En ocasiones las ovejas recurren a las palabras para hacer entender a los hombres que quieren comer.
Esta historia no tiene nada que envidiar a las de los demás autores, ni siquiera espera alcanzar la fama en boca de los demás, tan sólo fue escrita para que un jóven de cabellos grises despertara de sus pesadillas.

En las mañanas de diciembre las cortinas aparecen pegadas a los cristales, y curiosamente, en otoño las hojas de los árboles que se arremolinan por la calzada dibujan en el viento las constelaciones más complicadas de visualizar. Pero éstos hechos pasan inadvertidos, como es lógico, porque nadie que exista en esta historia se ha levantado una mañana de diciembre para comprobar si sus cortinas se engancharían a las ventanas, y nadie de esta historia se ha detenido jamás a seguir ni por un segundo el contoneo de las hojas y las constelaciones que se forman en su remolino de viento.

Si la forma más educada de pedir comida es con la cabeza agachada y pronunciando las palabras exactas las ovejas desde luego han de aprender modales, porque ellas son groseras, siempre lo han sido.

Steve descubrió con asombro que sus ovejas se reunían en torno a una gran mesa en el establo para devatir los pros y los contras de contiuar con sus vidas de pasto y producción de lana. No alcanzaron un acuerdo.

Cuando los demás personajes de la historia dejaron de existir comezó a hacer frio, pero más adelante, con la llegada de las hojas de otoño alguien perdió la cabeza sobre un escritorio, se dice que descubrió una constelación nueva. Por supuesto no fue así.
Una mañana de invierno ocurrió algo realmente aburrido, se dispararon todas las escopetas que yacían guardadas o colgadas en la pared. por la tarde, el señor Mike lo encontró interesante simplemente por la extraña sensación de no haber cargado jamás ninguna de ellas.

Es descarado

Steve, de cabellos negros, no recuerda haber presenciado jamás una reunión de ovejas sindicadas tan interesante, salvo cuando la oveja negra abre la boca, "¡Desde luego es la más grosera de todas!" Pensó.

El señor Mike se propuso madrugar una mañana de invierno para poder descubrir el misterio de las cortinas pegadas, y así lo hizo, al intentarlo desapareció para siempre. Las escopetas, en efecto no fueron cargadas.

Steve, ahora aburrido, desapareció tras la puerta sin molestar a sus ovejas, y leyó en el aire que algo tremendo iba a ocurrir. Algo increiblemente aburrido.