Ayer fue una noche complicada, estaban jugando a cartas, quería ir a la cocina y coger el cuchillo, luego había mucha sangre, gritos de suplica, gente agonizando. La textura del suelo se torno viscosa y resbaladiza y había muchos cadáveres. Me erigí en el catalizador del fin del mundo. Deseaba que todo feneciera, excepto tú y yo, para dedicar mi vida enteramente a ti.
Seis horas y media para soñar. El otro día pase todo ese tiempo besándote, abrazándote, comprobando la suavidad de tu piel, flotando alrededor de felicidades etílicas adornadas de notas de blues. Un fogonazo espontáneo se llevo todo ese tiempo en un chasquido, odio el tiempo, su volatilidad y su inconsistencia cuando te miro.
Recordándote sufro ataques de rabia al no poder siquiera atrapar un instante en ámbar y colgármelo cerca de mi corazón. Me entra un desmesurado egoísmo queriéndote raptar y como en aquella película en blanco y negro cuidarte en una habitación escondida del sótano para tenerte siempre a mi lado.
Cuando hablamos por teléfono tu voz se filtra por mis poros y se disipa como el humo de un cigarro, olvido que no se puede decir todo en una palabra, recuerdo el aleph y me imagino acostado en el interior de esa habitación en penumbra, a tu lado, mirándote, sabiendo que si se puede decirlo todo en una mirada, en un profundo cruce de sentimientos entre dos poderosos entes de sinceridad y deseo.
No creo en el destino, las pequeñas cosas nos llevan a conseguir algo que se podría confundir con ello, para lo que se tiene que luchar a cada momento.
No nos conocemos, hay un gran vació que llenamos de suposiciones volátiles, todo parece sinceridad aunque podría no serlo, me encantaría pensar que no me equivoco, me gustaría creer que estamos hechos el uno para el otro, quiero seguir descubriendo ese presente eterno en el que estuvimos felices seis horas y media.
Volverte a besar, hacerte el amor, discutir de cosas sin sentido, arreglar el mundo para desmoronarlo al cabo de un momento con otra teoría aun mas rebuscada, mirarte mientras estas distraída, despertarme a media noche para comprobar que sigues dormida a mi lado, poner una mesa perfectamente desalineada, esconderte los cigarros para dejar de fumar, enfadarme porque me desordenas los papeles, embaucarte con caricias para disuadirte de que he traspapelado los tuyos, convencerte de la suerte que tuvimos en Irlanda, derramar otra cerveza en tu regazo, quitarte esos mismos pantalones, secarlos al lado del radiador mientras sigo humedeciendo tus labios, cantarte Rosa de Lima a dúo con Sabina y que no me tengas en cuenta que no lo se hacer y ampliar esta lista hasta que se acaben las hojas del word. |