Ardían las palabras al sentirse prisioneras de mis versos. Me exigían cuentas por usarlas sin piedad, como liberación a mi triste universo. No pude más que darles razón, agachar la cabeza y el bolígrafo y pedir perdón. Arded y sed libres por primera vez.
Texto agregado el 18-12-2005, y leído por 103 visitantes. (2 votos)