Dicen que el dolor es una flor
con pequeños pétalos de cristal
que se rompen cuando la soledad
no tienen nada que envidiar
a una tarde de noviembre.
Espejos que se marchitan
cuando uno advierte
que son otros los ojos que miran,
distintos a los de siempre,
desde mis otros 18 años.
Es entonces cuando nuestra imagen
deja de resultarnos familiar
y pasa a ser tan ajena
como la materialidad de un sueño.
El frío cala en los últimos recuerdos
de una vida que no nos pertenece,
la nostalgia de esos momentos no vividos
queda reflejada en dos figuritas de porcelana.
Mientras, afuera, todo sucede con normalidad.
Es un día cualquiera de noviembre.
Texto agregado el 18-12-2005, y leído por 122
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Lectores Opinan
18-12-2005
Bien escrito, pero etero. Te centraste en la forma y el fondo no me llegó. jeckill