Escribo sin ganas
porque todo es demasiado absurdo.
El calendario avanza con crueldad,
cada hora y cada segundo que pasa
se clava en mi garganta sin piedad.

Y es que hay objetos prestados
en mi mesa y en mi vida.
Objetos y personas prestadas
que ofrecen sus servicios.

No los quiero. Sólo estoy de paso.

Quimeras transparentes
resbalan por mis sueños
como la lluvia resbala incansable
por los húmedos cristales
de mis ventanas,
que muestran un desolador paisaje
de promesas incumplidas
y deseos irrealizables.

Son pequeñas gotas aterciopeladas
en las que se refleja
una realidad dudosa y palpitante.
Aparecen vidas cansadas
en un rincón de mi memoria
cuando ya las creía olvidadas.

Se metieron en mi cama
historias de asesinatos y venganzas,
homicidas reincidentes que gritan
junto a los fantasmas del mañana.
En el matadero suenan voces
arrogantes que echan raíces en la arena,
suplicantes oraciones quedarán
enterradas bajo tierra.

Y siento vértigo de escribir así, sin ganas;
pero es que todo es demasiado absurdo.