Extraño


Extraño a las lunas que aún no se encumbran
para perforar a la noche con su agujero de luz.
A las estrellas, retazos infinitos de la explosión
del primer amanecer que originó dudas y fe.
También a las lluvias que aún no tienen nube,
pero que igual imploro, de rodillas,
en la tierra seca que se secó por no levantarme,
por cubrirme el rostro para ocultar mi cobardía,
sin saber que lo cobarde es ponerse tras las manos.
Extraño la sombra del árbol que, más que refugio,
se volvió hogar,
donde tanteaba la penumbra y el horizonte era yo mismo,
llorando en la esquina de mi cuarto,
y en las esquinas de los bares anónimos
donde éramos libres,
como un reo huyendo de su prisión por el desierto,
alzando los brazos y gritando lo que antes era rumor.
Y así, entre copa y copa,
extraño los besos que soñaba y que hoy seguiré soñando,
las caminatas entre hojas de otoño, cielo castaño,
cuando decía las palabras, Te amo,
y ahora te amo sin palabras,
y entre lo poco que fue y lo mucho que no,
ya no sé si lo que recuerdo es pasado
o tramposo espejismo de futuro,
pero el ayer lo lloro porque es mío e inatrapable,
como onda expansiva en el agua,
y al mañana lo extraño pues siempre se acerca,
como motor de un carro lejano en la carretera,
pero que nunca llega,
y allí, tambaleante, deshidratado, pulgar en alto,
me pierdo en el rumbo de un destino que también extraño,
como a todas las metas que fueron proyectos
y al amor que perdí en mi poema.

JOO