I capítulo

“Todo es como el viento…pasa de prisa y casi ni se siente, excepto aquel frío con que se te arraiga a la espalda”… con este pensamiento amaneció Aurora. Era una mañana más en su rutina. Nada haría distinto aquel nuevo amanecer. Se levantaría exactamente a las 6:15, para lavarse y regresar a su pieza a las 6:30. Ir a la cocina a prepararse un café y partir a las
6: 45 a su trabajo.
Nada cambiaba ante sus ojos. Aquella neblina de la pesadumbre cegaba su mirada y cargaba sus piernas, haciendo su andar más pesaroso y lerdo.
¿Desde cuando los árboles dejaron de tener color?, y ¿cómo sucedió que el sol perdió su luz?. Nada tenía sentido, sin embargo, la inercia se hizo parte del alma de cada ciudadano, y entre ellos, Aurora. Que encontraba cada vez más su vida cual anciano al borde de la muerte.
Cómo era posible que la uniformidad haya alcanzado tal grado que todos fueron perdiendo su identidad. Pero nadie decía nada, nadie se quejaba ni se sentía incómodo como ella. ¡¿Nadie deseaba otra cosa que levantarse a la misma hora y acostarse antes de la salida de la primera estrella?!. -¡Por Dios que alguien diga algo!- sollozó en su interior.
La desesperación inundó su cuerpo y se quedó estática justo en frente de la puerta cristalina que la mantendría encerrada hasta las 8 PM. Dudó por unos segundos, más las ansias de libertad fueron más fuertes. Giró su cuerpo y caminó en sentido contrario y sin rumbo fijo, en busca de algo distinto en este día.
¿Sería a caso el comienzo del final de su soledad eterna?...
…
Continuará