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Inicio / Cuenteros Locales / gui / El hombre que las amaba a todas (Primera Parte)

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Parte Primera

El tipo amaba a todas las mujeres que conocía o estaba en plan de conocer: a aquella por sus ojos, a la otra por su embriagadora sonrisa, a la de más allá por sus generosas curvas y a la mucho más allá, por su candorosa dulzura. Todas lo amaban sin embargo y lo querían para si, sin imaginar que cada una de ellas era sólo una parte de un abigarrado mosaico.
Esta afición de Guillermo, que así se llamaba el hombre, no terminaba acá, puesto que su afán era conquistarlas a todas y rescatar de cada mujer ese particular objeto de deseo y adoración. En realidad, este hombre era un exigente coleccionista de atributos, experto en la numismática de los besos y filatélico de la belleza femenina en todos sus ámbitos. El tipo era incansable y podía estar una tarde completa al acecho de un par de caderas o de unos muslos apetitosos. Más tarde se obsesionada por una voz, por un acento o por una ligera entonación. Acechaba, acosaba, perseguía y bastaba que la mujer le prestara atención para que él se acercara donoso, presentándose con galanura e invitándola a beber algo. Guillermo era fascinante y si bien todo lo suyo era producto del ensayo metódico, a las mujeres le atraía esa calidez suya y sus ojos que nunca se extraviaban en detalles de poca monta. El siempre estaba disponible para ellas y eso aumentaba el interés de las chicas que veían en ese hombre sonriente a un excelente partido.

Guillermo era un diletante de los más exóticos rasgos y aunque mantenía una entretenida conversación con la chica de turno, su atención estaba anclada en ese detalle que lo había perturbado, acaso la forma de aquel lunar que tan bien le hacía a esa sonrisa o la perfección de esos hombros que parecían tallados por un eximio escultor.

Y así se andaba este tipo, de mujer en mujer, saboreando aquello que le apetecía, degustando los néctares que lo transportaban a regiones maravillosas y entre arrumacos y promesas, miradas y coqueteos, jamás se comprometía con ninguna, pero el corazón de cada una de ellas latía cada vez con más pasión por este galán huidizo.

Mas, un buen día apareció una mujer que fue catada por los ojos ávidos de Guillermo y que reunía uno, dos, cinco, siete, que digo, cien o todos los atributos de una sola vez, lo mismo da. En primer lugar, es menester dejar en claro que los cánones de belleza en que se basaba el hombre, no obedecían a esa tipología clásica, helenística o greco romana. Ni siquiera una miss universo habría atraído su atención si no coincidía con su gusto y –en conclusión- no era ese tipo de perfección la que perseguía Guillermo sino lisa y llanamente la que lo dejaba plenamente satisfecho.

Por lo tanto, no se debe pensar que la muchacha en cuestión era una rutilante modelo de esas que atiborran las portadas de las revistas de moda, sino una simple mujer que sintonizaba con el gusto de aquel hombre. Por vez primera, Guillermo encontraba en una sola fémina todo aquello que rescataba a retazos de las demás. La sonrisa de la bella era de una dulzura que lo elevó al séptimo cielo, sus ojos almibarados pero con un sutil toque de perversidad, parecían desnudar lúdicamente todo lo que miraban, su piel, de fina textura y sus cabellos ondulando como una bandera sexual, daban lugar a lujuriosas formas que terminaban en sus bien torneadas piernas, agregándose a ello, una cintura que calzaba justo con la percepción estética de Guillermo. El hombre sintió una estocada en esa región tan monopolizada por escritores y poetas y los latidos se acentuaron en una telúrica manifestación de incondicional admiración.

La muchacha, sin percatarse de la tremenda conmoción ocasionada en el hombre, prosiguió su caminar suave y ondulante y se hizo pequeña en el horizonte antes que Guillermo se despercudiera de tamaña perplejidad y con el instinto innato del cazador recuperado por el influjo de la sangre que comenzaba a alborotársele en sus venas, apresuró su carrera en pos de la chica.

Pero la muchacha era también diferente en muchos aspectos a las demás y por lo mismo, no se dejó cautivar por los encantos de Guillermo ya que mientras este la contemplaba y se consumía ante ese verdadero himno a la perfección, ella simplemente rechazó sus mimos y coqueteos sin que los requiebros del hombre la perturbaran en lo más mínimo.


(Continuará)







Texto agregado el 17-12-2005, y leído por 293 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
19-12-2005 oh! anemona
19-12-2005 wow! ya conozco algunos también pero voy por la segunda parte wicca
17-12-2005 He conocido varios así...Escribiendo eres un acierto***** mujer
 
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