VASSILI, OCTUBRE 42
La aviación y tras ella la artillería incesante habían borrado lo que antaño fuera amplia avenida trocándola en montón informe de ruinas. Ya era el turno de los carros, que habían tomado posesión de las calles, los disparos brotaban de todos los rincones, desde edificios semiderruidos, disimulados cañones ligeros reventaban las torretas de los tanques.
Enloquecida, tropezando entre escombros, envuelta en fuego cruzado, llevando de la mano un niño corría una mujer. Al doblar lo que había sido una esquina, lo que había sido un teatro ,la mujer cayó. Fueron los causantes quizá un casco de metralla, tal vez un francotirador, tal vez una bala perdida... Y allí quedó tendida y a su lado el niño, el niño que la sacudía, que la hablaba, que imploraba que por favor se levantase hasta que desesperado e impotente quedó sentado en una viga junto a ella.
Pasaron las horas y allí permanecía paralizado y mudo. Se sabe que desde un edificio casi intacto, emboscados soldados rusos, habían gritado hasta enrronquecer indicando al pequeño la manera de huir.
A la noche ,bajo un apocalíptico cielo rojo causado por el resplandor de mil incendios, entre fogonazos de obuses artilleros, a intervalos se distinguía la silueta inmóvil y sedente. A la aurora ya no se le vió.
Se ignora quién era o lo que fuera de él, pero yo sé que se llamaba Vassili y que había nacido cinco años antes ,allí mismo, en Stalingrado.
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