Si me hubieras permitido trasponer el umbral de los sueños y formar parte de tu vida, yo, hoy, elegiría regalarte un montón de cosas que pudieran reflejarte lo que siento, cosas que por su valor sirvieran, en un mundo real y terrenal, como medida del afecto, tal vez el más maravilloso ramo de rosas, si conociera que te gustan las flores y pudieras recibirlas y guardarlas, quizás los más originales y hermosos vestidos, que puestos sobre tu cuerpo te hicieran sentir y ver la mágica coronación de esa inalcanzable belleza tuya, para acompañarte, después, a los lugares más especiales y privados, o, posiblemente, te regalaría un viaje, el viaje que vos soñaras, aunque sea de solo un día, o de minutos, para visitar juntos una playa lejana, solitaria y fantástica, de mares cálidos, si fuera cierto poder compartir completos e intensos de gozo, y como vos quisieras, esos días, o, ¿acaso, no es a través de cosas materiales que nos provocan satisfacciones, la forma en que se miden las demostraciones de afecto, de cariño, de amor? entonces, si vos lo hubieras querido, yo habría elegido el más deslumbrante regalo de material y real existencia para vos hoy, el regalo que lograra emocionarte e impactarte, y demostrarte y recordarte, para que jamás lo olvides, de modo convencional, la profunda intensidad de este querer, de mi amor, pero me acuerdo, hoy otra vez y como siempre, que estoy a centenares de kilómetros de tu vida, sin conocer los medios para acortar esa infinita distancia desde la cual elegiste mirarme, y no puedo, entonces, regalarte lo que no recibirías, ni puedo tampoco, entonces, darte ni una minúscula partecita de aquello que quisiera darte para que sepas, para que comprendas, la falta de límites del amor que te quiero expresar, especial, secreto, algo irreal, pero inmenso, por eso, desde muy lejos de donde vos estás, desde donde no me es posible comprar rosas, vestidos, viajes, perfumes, para coronar tu suave belleza de mujer, desde un lugar donde sólo los sentimientos habitan, pero desde donde esos sentimientos sólo pueden expresarse con palabras, aunque nos choquemos con un querer mucho más vasto de lo que puede decirse o escribirse, aunque no nos alcancen los idiomas conocidos para decir aquello que se siente, y debamos inventar lenguajes extraños y propios, allí desde donde se habla solo con el alma, y aunque nos cueste escribir, decir, las palabras que busco y elijo, las palabras que descubran, desde donde estoy -muy lejos de tu vida-, lo que quiero regalarte, lo que quiero para vos, para tu vida, desde allí, entonces, libremente pienso y tomo, para regalarte, lo que quiero que siempre te sobre: “dicha”, “amor”, “paz”, “plenitud”, y lo digo, lo expreso aunque mi alma sabe que las palabras son algo y su contenido es algo mucho más grande, algo que no cabe en las palabras, que deshace en mil pedazos el significado humano de las palabras, por eso las pronuncio desde el alma, para que las leas desde el alma, porque nomás desde el alma puede entenderse el alcance de lo que digo, el lazo entre lo que digo y lo que siento, el límite inasible de las palabras elegidas, y así, invadido mi corazón de cielos, luces, primaveras, con paraísos multicolores moviendo mis labios que las pronuncian, con estrellas gobernando mis manos que las escriben, dejo escapar del alma mucho más que rosas, viajes, vestidos, perfumes, dejo caer aquello que quiero para vos, todo lo inalcanzable que esperas del mañana, lo más parecido a una vida de sueños, todo lo que se dice y se siente desde el corazón cuando digo “dicha”, “amor”, “paz”, “plenitud”, que es aquello que, desde muy afuera de tu vida, desde muy lejos de la frontera de lo terrenal, quiero regalarte, hoy, en este día.
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