La encontré prejuiciosamente negra. La noche era del mismo a-color y las estrellas se iban acercando cada vez más a mi cabeza. El aroma del silencio perfuman el eco del lugar inmóvil pero de terremotos en mi vientre-salpican las sórdidas raíces de un lugar poco familiar pero tan igual a ese estado que ya nos parece símil, del de creer conocer sin haber-ido echados en el lúgubre corazón de las sombras de estrellas que no iluminan fugases y que se pierden muy bien en ellas. La encontré prejuiciosamente negra. Tres cubos de hielo se derritieron ante el asombro-arte la mezcla perfecta entre el paisaje y lo incierto, entre la uva y lo que quedó de ella-as de verme aquí con un vaso entre los congelados dedos que no reaccionan mas sólo de llevarse aquel instante a los labios-él, pensativo-recuerdo del presente, de lo que pasó justo antes de decir ahora-hora que no existe y que ya no es y que no sea y que no será y que no fue, luego del primer trago-mi piscola; se acaban los prejuicios, ya no es sólo negra-mujer, te ves preciosa-------así de luto, que de a poco me vas matando las neuronas. ¿Bailamos?