Miro mi mano,
rústica garra
de arcilla y roca.
Miro mi pluma,
indómito dedo de mi alma,
el farol
y las caprichosas sombras
que bailan
entre mi cuaderno y yo.
Mi pequeño gato, Garabato,
atrapa mi pluma
y juntos escribimos.
Me mira,
lo miro
y seguimos escribiendo.
Miramos el silencio
entremezclarse entre nosotros,
la magia de la soledad
y lo que aparenta ser
el momento
de recibir la musa inspiradora.
Pero no,
no tengo tiempo
ni ella lo ha tener,
mi gato escribe
más rápido que yo.
Y lo sigo…
Seguimos soñando
ser poetas…

Miro mis manos rústicas
y voy leyendo lentamente
historias silenciosas
quemadas en mi piel…
…Mi gato,
distraídamente
se va ha jugar.

¡Poetas, poetas!