El resplandor y brisa más bellos,
Aquellos que queman sus fronteras cítricas,
Aderezan hídricamente el paladar,
El paladar más oriental, el más amarillo
Las lenguas más escabrosas y sensuales,
Las salivas embalsamadas por naturaleza.
La persuación a los labios castigados.
Ese hálito de vida, ese eros vegetal
se origina desde la cúspide de los dedos de los
hombres.
Desde los clamores de helio, a partir del agua,
A partir de las madrugadas de agua y tierra,
Al borde de la política de los insectos.
Trascender el polvo, las grietas verdosas,
Las hormigas sobre las lágrimas doradas.
Un linaje de entrañas y semillas.
He sentido calor al digerir estos versos,
Al extremo de hacer estas letras sudar,
He sentido el ardor de su rima,
He muerto mil veces bajo la lengua,
He saciado caudales y desiertos parajes,
He sobredimensionado sus facultades aludiendo
que bajo su piel,
He visto la líbido, esa líbido oriental, curativa,
He visto como se me hace agua esta poesía,
He pretendido escribir en mi boca estos versos,
He procurado mecanografiarlos con mi aliento.
La ensalada es su sepulcro vegetal,
El tenedor es la occidentalidad delirante, tiránica,
El cuchillo, la guillotina brutal.
El ansia mora en el paladar,
(Otros poetas dicen que en la lengua),
El verdugo es el que vulnera
Las leyes, los corazones de madera,
Desenvaina las sensualidades, vierte los impulsos.
La amargura de su piel,
Su sangre espumosa, sus músculos blancos
Exprime la simpleza de su naturaleza.
Incluso un día de sol candente,
Nótese un sol interior,
Rodó, a causa del limón, una gota de helio
Por mi rostro verde, exquisito y común
incidente,
Que en un instante estimuló mis facciones de
fuego,
Aquellos terrenos de mil facciones,
De mil fracciones, de mil ardores y segmentos.
En instantes todo esto me recuerda
A las teorías de Freud,
A la reflecciones Lacanianas sobre ello.
Señores:
Hemos presenciado la agonía del limón,
Y a la vez, la resurrección del paladar objetivo.
...Y bien continuemos...
Esas voluptuosidades de jarabes,
De energías psíquicas, de pulpas,
Suelen descender hasta sus raíces.
Esas voluptuosidades de sangre,
De remordimiento vegetal,
De lágrimas orientales,
De amarguras agridulces, no cesan jamás.
Siento palabras e inercias
Al escribir estas ansiedades, estas inquetudes,
Pues, en el preámbulo de mi lengua,
Los sabores son realtivos
Y por ende, relativos los placeres.
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