He vuelto a las andanzas, a caminar por viejos y escondidos parajes, a deambular por rincones olvidados en el tiempo, a correr junto a los tordos y seguirlos por sendas vetadas para el hombre. Decidí que esta vez no dejaré de viajar, no me detendré, como en otras ocasiones, ni permitiré que me anclen y obliguen a conformarme con ser un ente sedentario y racional, no dejaré que me roben estos sueños de libertad o quiten las ganas de vivir.
Para ello tendré cuidado, más que otras veces. Me ocultaré en los campos cordilleranos y subiré hasta las montañas que se alzan infinitas sobre las nubes y son custodiadas por seres alados y sin rostro. Si es necesario cortaré algunas flores para utilizar su polen, ese que en otras ocasiones casi me llevó a la muerte, y lo esparciré tras mis pasos para que nadie pueda alcanzarme. Si es necesario dejaré atrás este cuerpo, que tantos problemas me ha dado y continuaré como lo que soy, un pensamiento.
El sueño se apodera de mis acciones, trata de detenerme, el cansancio es infinito y doloroso, quizás producto de algún hechizo que ellos me lanzaron.
Poco a poco me torno racional y pragmático, me introduzco en un sueño que no es sino la negra y oscura realidad, esa que tanto odio y de la que nunca he podido escapar, esa a la que siempre soy arrastrado y encadenado.
Esta vez seré fuerte, no me dejaré derrotar y si es necesario utilizaré aquellos hongos, esos que una vez un viajero me regaló, a pesar que cuando me contó sobre sus efectos tirité de horror y vomité y prometí que nunca los usaría sobre ser alguno, mas esta vez no estoy tan seguro de ello.
Caminar, solo deseo vagar por los bosques, cantar con las hadas, corretear a las ninfas y sentarme junto al lago de cristal. Esperar a que la dama, quien es su guardiana, despierte de su milenario letargo para así sentir su mano otra vez, y poder recorrer esas callejuelas en que el tiempo no tiene lugar, esas en que la luna nunca se oculta y con su manto plateado las baña en la eternidad. |