Estigma
Las hojas son inútiles.
Las hojas son las vestiduras.
El bucare ha arrojado las hojas
y se llena de flores
que son alma
Que se desnude aquel que tenga alma.
(M. Otero Silva; venezolano)
La mañana estaba presidida por un sol radiante .
La ventana principal de la oficina daba al oriente, en la vereda, un pimiento que sobrepasaba los diez metros de altura regalaba sombra a la oficina recién pintada color blanco.
Amanda, secretaria de Antonia había llegado temprano, esperaba a su jefa, entre ambas había un trato amable, pero, conservando la distancia establecida por sus cargos.
-Buenos días
-Buenos días señora Antonia.
-Pintamos la oficina, he encendido inciensos de vainilla.
Antonia entra, mira en derredor, en el muro están las dos argollas de cinco centímetros de diámetro, están empotradas firmemente al muro, haciendo un ángulo a ellas pende un cristo tallado en avellano que mira al suelo, bajo este, una mesa y en esta un par de velas aromáticas encendidas.
Amanda llega con una taza de café para Antonia.
-Parece que estamos condenadas a observar siempre lo mismo -dice Antonia-
-Señora, el pintor al entrar quedó paralizado, fue complicado, pocas veces he visto a un hombre fuerte llorar, estuvo muchos minutos mirando el muro, al comienzo pensé miraba al cristo, pero no, era el muro, finalmente me dijo…
-Señorita, esto será eterno, han pasado mas de treinta años y sigue allí, no se mueve y no se moverá ¿Sabe que es?
-No, no se.
Es sangre, excremento y orines humanos. Yo estuve acá, de esas argollas nos amaraban, abajo colocaban una silla, el interrogador se acercaba y nos picaneaba con electricidad, hombres o mujeres, el mismo trato, a veces nos quitaban la silla y colgábamos por días, imagínese, peso mas de ochenta kilos, pedían nombres, debo haber colgado un par de días ya que al paso de las horas uno pierde noción del tiempo que se vive.
-Quería morir, señorita, pero, ella no quería llevarme.
-He pintado el muro a lo menos diez veces en los últimos años y reaparece, la mancha en la pared siempre emerge, es como los estigmas en las manos y pies de algunos cristianos, la mancha en el muro es mi sangre y la de cientos de torturados, nunca se ira, siempre reaparecerá. Como los estigmas, señorita.
Si se me cae el alma ¿Por qué me sigue el esqueleto?
(Pablo Neruda)
curiche dic 2005
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