Un efecto abismante:

Asomado a la ventana, la extraña que había estado observando le devolvió la sutil mirada.
Peter, sin saberlo, se le acercó, unos profundos ojos vacíos se le avecinaban, pues no era ella quien lo abordaba.
Ella, de una mente dispuesta, atravesó el umbral de distancia que los alejaba, sin pensarlo siguió el rumbo de su gitana vida..., lo abandonó.
Pasaron milenios, siglos, décadas, años, pues el mundo retrocedía a su encuentro.
Los coches, aviones, naves espaciales, sucumbían ante este inesperado acercamiento.
Una mano llena de variadas experiencias se movió, otra mano, inexperta avanzó..., un cuerpo, rudo y capaz, se desvaneció.
Un cuerpo infantil e inocente decayó. Colapsó, el planeta se paró, el abrumante efecto del licor embelesaba el sentido común.
Se traicionaron mutuamente, sus principios, tirados al azar,perecieron ante el murmullo ensordecedor de sus conciencias.
Las caricias sublimes que se proporcionaban eran extrañas, un mundo volcado a su saber, se sorprendía ante tal incredulidad, los besos robados y hostigantes,
se confundían con los ruidos fornidos que se escuchaban.
La atroz conciencia que los perseguía los alcanzó..., y despertaron del hechizo profundo que los consumía.
La humanidad encandilada con la noticia del adiós, continuó su curso habitual y tirados en el frío piso de madera, avivaron nuevamente sus sentidos ya perdidos por la desfachatez de la astucia.
Pasaron segundos y sólo el sueño de volver a repetir la experiencia se desvaneció, Peter embriagado de culpa fue a decaer al triste abismo de su razón.
Ella, con su cuerpo lleno de marcas de engaño y arrepentimiento, se fue, se encaminó a una nueva vida, que estaría exenta de efectos abismantes.
El mundo no lo comprendía, sólo pedía comprensión, para una niña, abandonada por la injusticia de la soledad.