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MAÑANA... LAS TORRES

Si las cuentas no me fallan, y la locura no está reñida con las matemáticas, llevo 364 días orbitando alrededor de la tierra en este ataúd que es mi prisión. Durante las 26.280 vueltas de mi castigo he visto la quietud y la paz del infierno de torres de donde vengo, pero no la he saboreado, como tampoco pude hacerlo allí. Sin embargo, ahora, mi único deseo es regresar, con el arrepentimiento bajo el brazo.
Si la soledad y las nauseas y los mareos no me han vuelto necio, mañana expira mi condena. Después de sufrir con el recuerdo de cada acto, de cada frase, de cada idea, mi único pensamiento se concentra en la suplica. Cuando descienda a la alargada torre de rehabilitación y el médico y el juez de lo hipotecario visiten la delgadísima cama que cicatrizará mis venas, suplicaré volver a mi cubículo informático situado en la torre 552-X de Europa sur, mi hogar.
Si la magnánima justicia tiene a bien concederme el perdón, y un año en la transparente tiniebla del espacio no han variado demasiado las cosas, dentro de una semana volveré a conectar con EH-245-V, mi robot prolongación en Ganímedes. Continuaremos con el trabajo de extracción de hierro en la perfecta comunión que la ley exige: Yo encerrado en mi cubículo y libre para pensar y él sin capacidad de razonamiento autónomo y libre para moverse. Atrás y para siempre, quedarán los ideales que a punto han estado de acabar con mi vida y que ya no declaro. Atrás, también, los intentos de suicidio de mi cruel periplo: la asfixia intencionada, los bruscos movimientos para desembarazarme de los goteros que me mantienen vivo y con la mirada fija sobre la tierra.
Si el Banco Universal, adalid del progreso y el bienestar y dueño del mundo conocido y por descubrir, acepta que retome el pago de la hipoteca vitalicia sobre mi cubículo, con los justos intereses de demora tras la huida y la consiguiente captura y castigo ( y a buen seguro que lo hará según las leyes que él mismo promulgó), entonces volveré al círculo de la vida correcta: trabajar sin descanso para hacer frente al pago de mi hogar, mi martirio. Atrapado y a salvo de la subversión, pero con la infinita condescendencia de los placeres privados al alcance de una tecla. Participar, incluso, de las tertulias legales y vigiladas. Hacer grandes méritos para poder optar a un centro principal que incube mis dos retoños obligatorios. Olvidar el pasado y dejar el futuro en manos del todopoderoso: Etham Braum, presidente del B.U. .
Es hora de regresar al redil. El mundo que salí a buscar no existe. Nada queda de la tierra de nuestros ancestros, del paraíso soñado. Más allá del confinamiento de las torres sólo resta un vacío inerte en forma de desiertos vallados, que es el paraíso de los poderosos. Por eso, aún siento que allí, en las torres, donde mañana empezaré a morir de nuevo, está la llave de la vida.

Víctor Raga.

Texto agregado el 21-01-2003, y leído por 273 visitantes. (2 votos)


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