Te llamé aleonada por una estúpida mentirilla (perdí un chal de fiesta) y una mujer contestó tu teléfono a las diez media de la noche. A esas horas yo nunca estaba en tu casa, no en día de semana, y menos en tu escritorio contestando el teléfono.
Ella se urgió un poco de escuchar mi voz, y supongo que debe haber adivinadoque sería yo. Las dos olemos competencia, si somos mujeres.
Me dio un dolor agudo en la guata, saqué fuerzas de flaqueza, te pregunté y colgué luego. Tu voz tampoco era la misma, esperaba que hablaras tú al contestar y no, era una voz distinta de otro género incluso. Esperaba oír tu voz cuando ella te llamó, y no, escuché la voz de un extraño responder a mi pregunta un tanto retardada, debí perder el chal en otra parte. Te amé por tantas razones y ya no recuerdo ninguna, intenté llamar a quien ocupa mis citas ahora, y me contestó otra voz indeseada, la del contestador automático diciendo su llamada sera transferida, y casi suelto una maldición algo que no hago nunca, pues nunca me resulta tan lejana la posibilidad de alcanzar medianamente un objetivo como hoy, y por si fuera poco tampoco podré llevar mi chal al matrimonio de este diciembre. |