Hoy, como todos los días, me he despertado temprano. Es domingo. No tengo que ir a trabajar. Manda la fuerza de la costumbre. Que se le va a hacer.

Lentamente, me doy la vuelta en la cama, para no despertarte y… ¡Ahí estás! ¡Aquí te veo! Medio dormida. Con esa carita de…, de… ¡Si parece que no pasara el tiempo por ella! ¿Cuantos años hace que estas aquí a mi lado?… ¡Toda una vida!, Diría el poeta. Pero yo… Yo no se… Yo no soy poeta Pero puedo asegurar de que… De que si es toda una vida.

De pronto. Te mueves. Siento como te acurrucas contra mi costado. ¿Qué buscas?… ¿Protección?... ¿Calor? …¡Que se yo!

Te vuelvo a mirar. Pienso en toda esta suerte que hemos tenido en encontrarnos los dos. En esta suerte de saber entendernos. En esa suert…

Te vuelves a mover. Abres los ojos. Me miras. Me mandas un “voladito”. Balbuceas algo. No lo entiendo. Quiero pensar que dijiste, “Te quiero” Te contesto. También yo, cariño. Te mando otro “voladito”.

Continúas adormilada. Noto una leve sonrisa. En la comisura de tu boca.

Te sigo mirando y no me canso de hacerlo. Soy inmensamente feliz.

Me yergo de la cama. Lo hago muy despacio. Me dirijo a la cocina. Preparo la cafetera. La relleno de agua y café. La pongo en el hornillo. Le doy fuego. Busco la taza donde servirlo. El azúcar. La cucharilla. Pongo todo encima de la mesa.

Sigo pensando en ti. En tus momentos. En… en como eres todavía.

Me apoyo, con ambas manos, en la encimera de mármol negro que cubre la cocina. Cierro los ojos. Recuerdo esta última noche… ¡Me hiciste pasear por el cielo!...

Mmmmm ¡Ahhhh! ¡Hazme tuya! Me susurraste al oído… Lo que comenzó con unas suaves caricias juguetonas, terminaron por explotar en un sinfín de notas y sonidos dignos de una “opera prima”. Todos los gemidos de placer, saliendo de tu garganta, se confundieron con los míos. Eses acompasados goces de música celestial, unidos al imperceptible roce de nuestras pieles desnudas, se apilaron contra las cuatro paredes de nuestra alcoba. A cada movimiento, a cada embate, de nuestros cuerpos, fue subiendo su tonalidad. Flotando en aquella música divina, en todas sus notas, llegamos al Olimpo. Allí logramos arrebatarles, por un momento, a los mismísimos dioses, la dulzura de la lujuria. Pretendimos, por un breve espacio de tiempo, ser Ellos y… te puedo asegurar de que… lo logramos. Mmmmm ¡Ahhhh!

Luego, lentamente, bajamos a la tierra de los mortales… La cafetera comienza a borbotear su contenido. Su aroma se expande por toda la casa. Me acerco a ella. Apago el hornillo. No te siento entrar. Te adosas a mi espalda. Tus manos, por debajo del pijama, acariciaron mi pecho. Tus dedos se enrollaron en mis vellos pectorales. Las yemas de los mismos juegan con mis pequeños y duros pezones. Siento tu rostro apretado sobre mi espalda.

Mmmmm ¡Ahhhh! Vuelvo a oírte decir ¡Hazme tuya otra vez! Me doy la vuelta, aparto el cabello que cae sobre tu cara. Te pones de puntillas y buscas mis labios. Nos besamos como si fuera el último beso que nos quedara. Volvemos a fundirnos en ese abrazo que ya sabemos muy bien a donde nos llevará. Te levanto suavemente en mis brazos y sin dejar que nuestros labios pierdan el contacto te llevo, de nuevo, hacia el Olimpo.

Voladito = (Personal) Beso al aire en dirección a la persona