Anoche tuve otro sueño rarísimo. Empezaba bastante normalito, yo caminaba por la calle, aún no me había percatado que esto era un sueño. Hablaba con un transeúnte, a mi alrededor el día se volvía caluroso. Yo, muy fastidiado, miraba a mi alrededor, y deseaba que se hiciera de noche y estuviera fresco, y oh! ahi estaba el atardecer y el aire acariciándome con sus veinte grados celsius.
De ahí en más, en una suerte de espiral de violencia inctrolable, las cosas corrían pendiente abajo, casi fuera de control. No hablo de violencia física, si no violencia contra el raciocinio y las leyes de la naturaleza, como suele ocurrir en los sueños... Yo volaba. Volaba en el fresco aire del atardecer, y me sumergía en el mar, y volaba bajo el agua, al principio con miedo, después entraba en confianza y también respiraba como si fuera aire. Luego me elevaba hasta el espacio, libre ya de mis ataduras terrenas (en el literal y astronómico sentido de la palabra). Contemplaba desde mi panóptica todo el sistema solar, la galaxia, el Universo. Mi voluntad se traducía en hechos, me bastaba querer estar en un lugar para estar, incluso en más de un lugar simultáneamente. Es más, veo que me cuesta describir... realidad me corrijo, no había la tal traducción entre la voluntad y el hecho, no había un proceso que mediara entre el pensamiento y el acto, el pensamiento ERA el acto, yo era omnipotente, omnisciente, comprendía por fin todos los mecanismos, todas la mecánica, el gran e invisible aparato de relojería imaginado por Newton, aún la incertidumbre se me presentaba clara en su complejo y desconocido motor último. Todo eso soñé anoche, las causalidades y las casualidades, lo grande y lo pequeño, la fría roca y la vertiginosa mente, todo lo veía y lo comprendía, y todo lo podía. Todo eso soñé anoche, lo que no soñé es... "¿para qué?".