Desempolvar recuerdos para descubrir como en viejos libros con las hojas amarillas y letras casi gastadas por tantas veces leído es adentrarse en los días mas raros de mi vida.Cuando todo es juventud fuerza y derroche de energia.
Un entregarse al océano y recoger historias del único acompañante de horas, aquel viejo rechoncho y bonachón con esa risa que aun a años de desaparecido me parece escuchar de vez en cuando por algún lugar de esta gran cuidad repleta de tantos míticos personajes.
Esa mañana, quizas producto de su imaginación fantasiosa, nos remontamos a sus años mozos vestido de traje y muy peinado a la gomina, recuerda frecuentaba aquellos lugares de esta ciudad que fueron tan pintorescos pero que hoy el desarrollo ha transformado en transitados paseos donde ya no existen esas noches cómplices de tantas aventuras, de amores furtivos y mucha diversion.
De pronto es hora de recibir la primera salida del Buzo con su carga preciosa de moluscos que se ordenan en la pequeña embarcación con ese oficio que tiene el viejo para eso.
El pequeño bote se sangolotea por el peso que trae aquel cargamento al ser recogido luego de entregado el buzo vuelve a su quehacer en el fondo del mar.
Quedamos solos nuevamente y el suave movimiento del mar nos mece y como un niño en su cuna.
Volvemos a los sueños y recuerdos. Una risotada, un inspirar y sacar una voz de tenor para entonar alguna canción conocida y nos quedamos en silencio.
Me mira y no puedo dejar de adivinar en sus ojos lo pretensioso que es este personaje. Se sabe parte de alguna gran historia. Su risa explosiva no hace mas que crear el ambiente propicio par volver a sumergirnos en tantas vivencias fantasiosas hasta que el viento comienza a recordarnos que ya es media tarde, hora de sacar definitivamente al buzo recolector y emprender la vuelta a nuestros hogares. Ahi donde estamos no hay caminos no hay huellas solo la orientación que nos da la vista de cabezas rocosas que nos indica el oleaje.
El sol de ese día de invierno es generoso, el aire esta tibio a pesar de estar muy adentrados en el mar. De vuelta en tierra y ya todo no es mas que recuerdo.
Años mas adelante, un día cualquiera, ya en la ciudad, me entero que ha iniciado su viaje a la eternidad y no tuve la ocasión de despedirme de él. Sólo tiempo después de vuelta en aquella caleta y al pasear por entre sus botes oficiosamente ordenados tarareo en forma muy suave y casi como ocultandome, quizas a modo de homenaje insconciente ...Granada Tierra soñada por mi...