Don Antonio, o Toñito, como lo conoce la gran ciudad, no recuerda exactamente cuándo compró un pedazo en "la tierra de muchos". Lo ya inmune al dolor de sus descalzos pies andariegos, da un cálculo... ¡imagina! Para él no hay día festivo o fecha que celebrar, pues tristemente cuenta que lo único que le regala la vida cada año, son más y más achaques, y a cambio, hace rato le quitó la esperanza de un mañana mejor. (Sus ojos de a poco ven pasar nublado y blanco y negro).
Toñito excusa conmigo sus expresiones; bien recuerda no ser un hombre estudiado... de niñez humilde y trabajadora... de pocos juguetes y muchas privaciones. De poco espacio para de los que hoy no sabe "polifacéticarpintero, constructor, lustrador y fallido cantante del transporte urbano. Y siempre, entre aciertos y fracasos, su "amiga", la botella.
Cuenta Toñito temerle a las batidas que hacen para llevarlos a un "duchazo" colectivo y ponerlos todos al mismo "look" de los cabeza rapada. De ocasión, Toñito ha sido un viajero a la fuerza. Hombres que nunca vio antes, pero que después recuerda bien, suelen por ciertas épocas subirlo a extraños carros y luego abandonarlo en otras ciudades o pueblos, donde encontrar buenos vecinos e iniciar "la labor diaria", le hacen más pesada la calle.
Don Antonio cuenta tener 2 hijos por los que nunca vio. Su amiga de cristal, como él la llama, los separó y se lo trajo hasta el lugar y la condición en la que hoy se encuentra. No aceptaba la idea de vivir entre paredes y bajo un techo.
Donde pueda recibir ayuda, allí entre ruidos estridentes de pitos y los gritos de anuncio de la gente del mercado, asegura tener el cariño y gozar de popularidad. Allí ha fijado su presente planeado su futuro.
(Víctima de su conformidad y de los ingratos corazones que lo olvidaron, dueño de un pedazo en la "tierra de muchos"). |