Los entes violeta
Aun recuerdo cuando me asomé por el arco de entrada a Targoria. Había ido hasta allí intrigado por las historias acerca de los entes violeta y su extraño mundo. Me habían contado cosas tan extraordinarias sobre ellos que sentí una inmensa curiosidad por comprobarlas; por ver si eran ciertas, porque en realidad dudaba mucho de ellas. Así fue que decidí caminar hasta la colina de Azultadina,distante a unos 36 kilometros mi pueblo; para bajar luego al valle de Merdinaj a unos cinco de dias de caminata desde Azultadina; allí donde se hallaba Targoria. Me dirigí según las indicaciones de personas que ya habían estado allí; y decidí ir sólo y comprobar las descripciones de ese lugar por mi mismo.
Luego de seis días de caminata, finalmente llegué al arco de entrada a Targoria. Lo ví allí, inmenso, majestuoso y sobrio. Me asomé y camine hacia el interior de la ciudad. Temeroso miraba a los en verdad extraños seres de los que tanto se hablaba en el pueblo. Los ví por primera vez con espantoso asombro a los entes violetas. Primero me asuste al verlos, aunque parecían indiferentes a mi presencia, lo que me hizo tomar valor para adentrarme mas seguro por las calles del lugar. Estos entes se parecían mucho a los seres humanos, muy parecidos en verdad a nosotros, pero de color violeta, con extraños rasgos y una cabeza por demás amorfa. Y eso no era lo único asombroso. Allí el escenario que vislumbre era terriblemente deprimente. Todos estaban como moribundos, lánguidos, muchos de ellos se arrastraban como babosas. Algunos de ellos se encontraban tirados por el suelo, extendiendo sus manos como limosneando, haciendo como especie de gestos hacia sus bocas vacías, sin dientes. Seguí caminando y vi un gran reloj girando a una velocidad increíble. Parecía como que a estos entes el tiempo se les estaba acelerando y consumiendo.
Tan penoso era ver como estos seres se entregaban a su muerte aparentemente insalvable. Me llamó la atención que como que eran conscientes de su final abrupto; de su corta vida, sin que nada ni nadie lo pudiese evitar, a simple vista. Ni siquiera las cosas materiales parecían inmunes a este dramático final que sin imaginarlo estaba presenciando. Este corrosivo ataque del tiempo devoraba todo, pues todo aquel lugar (llamémoslo mundo, si se quiere) poseía vida. Las casas también eran seres vivientes allí, seres de roca vivientes, que al igual que los entes violeta, podían percibir lo que sucedía a su alrededor. Hasta de a ratos las oí hablar, aunque sólo para quejarse del mal cuidado y aseo que en estos tiempos por parte de sus dueños, o del cansancio de tanto tiempo en pie. Y así como las casas, todos los demás artefactos de Targoria, ya sean rocas, sumideros, etc., también hablaban, sentían dolor, asco, vergüenza; todos ellos poseían sentimientos como los entes violeta; sobre todo las alcantarillas y desagües, que sentían constantemente la humillación de tener que tragarse todas las porquerías de los entes, y sin recibir un digno aseo, ni mucho menos agradecimientos por sus servicios.
Siguiendo mi caminata por la ciudad, viendo como ya nadie podía seguir mantenido en pie, y tampoco ya arrastrarse. Los entes violetas comenzaron a dejarse caer, arrastrándose por el suelo, yendo hacia cualquier parte como bichos rastreros, sin mirar tampoco ya hacia donde ir; los que chocaban contra una pared ahí quedaban, inmóviles, sin fuerzas ya para moverse, arrojándose a morir allí donde quedaran. Tampoco las cosas soportaron seguir con su firmeza, desplomándose nomás por su propia cuenta. Las alcantarillas vomitaron las porquerías y cerraron sus bocas. Seguí caminando y llegué al riacho de Targoria, allí vi. como se había estancado en un dique, y como los peces salían de las aguas muertas hacia la orilla, y arrastrase desde allí a las bocas de los ya moribundos y agónicos entes violeta. Y como estos ya no poseían fuerzas ni siquiera para tragárselos, fueron los mismos peces los que se fueron introduciendo hacia sus gargantas y estómagos de los ya casi secos entes.
Toda la agonía de Targoria fue terrible y atrozmente veloz e increíble; en tan sólo unas horas. Sin embargo, algo de lo más sorprendente fue ver al sol apagarse en pleno mediodía, quedando solo una luna muerta y estrellas ámbar cayendo del firmamento como burbujas. Todo el universo de este mundo violeta murió, y cada uno de los entes cesó de respirar.
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