El Suicida
Ahí está el hombre, a orillas del precipicio,
Con los ojos extendidos como alas y los brazos sin mirar,
El aire detenido como una nube invisible,
A lo lejos un horizonte virgen,
Ahora recién el sol viene a abrigarlo en las alturas,
Los últimos segundos le laten fuerte en el corazón,
Y el vamos se vuelve espejismo,
Quizás al árbol le quedan algunas hojas por caer,
También está ella, o estaba, ya no sabe,
La locura de amar lo que siempre fue suyo,
Y que por serlo nunca extrañó,
Hasta hoy,
que sólo le quedan los instantes sin mundo,
la mirada eterna bajo las sábanas,
el abrazo que no querías que terminara,
las respuestas que no fue necesario preguntar,
el coche imprudente que lo trajo al abismo,
abre los ojos y mira allá abajo, neblina espesa,
donde el cielo, el suelo, o nada, lo que fuera o no fuera,
le refrescará la muerte que lo mantiene vivo.
JOO |