Dedicado a Patricia

Desde hace un momento que ella miraba la alfombra tejida de hilos azules, parece impregnada de una fuerza fidedigna, decía mientras colocaba sus pies sobre una silla cercana al sofá en el que solía recostarse cada tarde después de llegar a casa.
La habitación cargada de una melancolía austera, se impregnaba de una luz suave y tibia, cuando al atardecer el sol se colaba por el ventanal
Y luego como si buscara vencer cualquier obstáculo atravesaba las cortinas blancas y se dejaba deslizar por los espacios y el silencio. Era en ese momento cuando ella disfrutaba más de aquella calidez. De súbito estaba tan lejos de los escritorios, del ruido de los computadores. Ahora la acariciaba la tranquilidad, podía sentir cada sonido en el aire, cada palpitación, como si quebrara el afán y deseaba caer y perderse, romper cualquier anhelo y avanzar, refugiarse.