Creo que no hace falta que te diga el efecto que causan en mi tus palabras. El mismo sentimiento se une en la desesperada lucha por subsistir a los más terribles dolores, y siempre esta el miedo asechando lleno de furia, queriendo imponer un orden casi primitivo. La muerte ve de lejos, no sé a quien busca, si mi, a mis pensamientos o a la música de fondo, pero me mira queriendo seducirme y ya no puedo decir otra cosa que te haga cambiar de opinión., y es que no espero irme con la parca donde ya no me encuentres.
Sentenciaste mis miradas, no te asustan mis lágrimas ni mis suplicas te conmueven, pero sin embargo, no puedo hacer otra cosa más que amar tu desprecio, sentir que respiras cerca y no querés acercarte.
Me quedo en blanco y después vuelvo a ver colores y entiendo que los pares siempre necesitan uno más, que la vida se llena de magia a los pies de otro andar. Me tengo que despegar de tus alas sin uso, de tu ruido, de tu peste, de la miseria que rodea mi alma, que la apaga, la enfría y la ensordece, que la deja en estado vegetativo creyendo que no hay nada más allá de tus mares y que la salida no existe en el laberinto más lineal de las irrealidades. ¡Cuántas rutas recorrí buscando algo más! Y no entendí que los ángeles estaban ahí encandilándome de una luz que nunca escribí. Puede que ahora siga espiando tus deseos e intente semejarme a ellos o que me despida y tome un tren que vaya lejos, muy lejos…
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