¡Clok!.Abrí aquella puerta de metal,congelada por el frío que hacía fuera,aunque yo apenas lo noté,como cada mañana.Era extraña esa sensación y,a la vez,me resultaba más familiar de lo que me hubiese gustado.La gente iba abrigada hasta arriba,a mi me bastaba una fina chaqueta de cuero,ya que aun conservaba el calor corporal que te dan 8 horas de intenso trabajo reponiendo unos grandes almacenes.
Sin titubear encendí mi "palito de la risa",y comencé a aspirar felicidad en largas e intensas caladas que iban dejando un halo de humeante elixir marroquí a mi paso.Eran mis 20 minutos de gloria diarios,el único hueco disponible para pensar en ti...pero parecía que esa mañana me iba a escapar de la retórica y las elucubraciones sin sentido que me torturaban casi a diario y que me esforzaba por mantener alejadas de mi cabeza.
Ya sentado junto a aquel árbol en la parada del autobús comencé a observar,a limitarme a mirar los rostros de los primeros becerros(valientes becerros)que se aventuraban a comenzar su jornada a esa fatídica hora que,en mi opinión,no debería existir siquiera...las 7 de la mañana.
Es ese el momento del día en que las personas se muestran más cristalinas que nunca,despojadas de esa malicia inerente al hombre.Cada uno de sus gestsos,de sus miradas,de sus movimientos atentaban contra su voluntad...fieles reflejos eran sus rostros...cansados,hinchados,aburridos de la rutina.En cambio yo me sentía el más feliz del mundo aspirando aquel desinhibidor de la conciencia,huyendo del más cruel de los castigos,aquel que ha enloquecido a tantos y hundido a otros pocos...el amor no correspondido.
Por fin llegó el autobús,justo a tiempo para apurar mi caramelo mañanero.Me levanté torpemente y me dispuse a subir con la satisfacción que da sentir un poco más cerca el calor de una cama.Tomé asiento,el de siempre,y,a mi lado se encontraba Lucita,una simpática currante que jamás me dijo en que trabajaba...aunque la obviedad la envolvía...
Ella nació en México y,cada mañana me recibía con un amplio abanico de sonrisas y con el detallazo de ser mi "despertador personal",ya que si me vencía el sueño me despertaba justo antes de mi parada con los zarandeos más dulces que te pueden ofrecer a esa horrible hora.
Y,de hecho así lo hizo aquella mañana,me despertó antes de que mi sueño fuera tan profundo que me resultara imposible coger fuerzas para moverme siquiera y...fue ese el momento,aquel instante en que abrí los ojos y miré a mi alrededor,algo ocurrió en mi cabeza,algo inexplicable,una infinita sensación de felicidad acompañada de una inexplicable LUCIDEZ mental,porque,al bajar de aquel autobús comprendí...quiero decir...conseguí algo que parecía imposible hacía apenas 10 minutos...olvidarte.
Al bajar el frío comenzó a palidecer (aun más) mi rostro y a enrojecer mis manos,pero poco me importó,había ganado una importante batalla contra mi mismo,había derrocado al imperio del sentir,no te necesitaba(ni tu a mi tampoco...evidentemente)pero podía afirmar que había vuelto a ser yo,el de siempre,independiente de mi corazón,un fiel amigo de la libertad que puede abrazar el sueño sin su media hora de autodestrucción y sin secuelas de un amor tempestuoso,fugaz,intenso,doloroso y...admitámoslo...sincero.
PD:Lo último que pretendo con este relato es remover una conciencia,pero,si por CAPRICHOS del destino es lo que consigo...el tiempo ha expirado como un pitillo a las 7 DE LA MAÑANA |