ME DISTE TODO:
- Necesito algo de vos...
- Si, no hay problema, ¿querés que te prepare algo de comer?
- No, yo quiero...
- ¿Qué te lave la ropa?, porque es lo que estaba por hacer.
- No, solamente...
- Si, ya se que limpie la casa ¿no?
- Tampoco, lo único que quiero es...
- Ahh, ya se, que te planche la camisa para mañana.
- No...
- ¿Tuviste problemas en el trabajo?.
- No...
- ¿Es un problema de dinero?.
- En eso estamos bien, pero...
- Bueno, entonces me quedo más tranquila, y si me lo contás después , porque me hiciste acordar de todo lo que tengo que hacer.
Y se puso a trabajar en todo lo que supuestamente “tenía que hacer”. Tanto esfuerzo le tomó toda la tarde.
Por la noche otra vez el pedido:
- Necesito algo...
- Bueno, pero estoy muy cansada, ¿lo dejamos para mañana?.
- Y... bueno. dijo con resignación.
En los días siguientes se repitió la misma escena, entonces el hombre salió a buscar a un amigo para que lo ayudara en eso que necesitaba tanto. Pero su amigo estaba también muy ocupado.
Quiso entonces hablar con su madre de su problema, pero ésta comenzó:
- ¿Querés que te prepare algo de comer, necesitás plata, te duele algo, estás comiendo bien, etc., etc.
Para cuando terminó de contestar todas esas preguntas ya era tarde, así que se despidió y se fue.
Llegó a su casa, donde encontró sobre la mesa una cena deliciosa, vio como toda la casa brillaba de limpieza y al guardar su abrigo notó que su ropa estaba perfectamente planchada y acomodada en su lugar. Llamó a su mujer que esa noche estaba más hermosa que nunca y ésta lo recibió muy dulcemente con un beso apasionado.
Ella estaba orgullosa de haber podido preparar esta sorpresa para hacer feliz a su marido, aunque con tanto trabajo estaba muy agotada, por lo que muy contenta, después de comer se fue a dormir.
Aquella noche el hombre en silencio lloró muy tristemente.
Por la mañana su esposa no lo encontró. Pasó un día, una semana, pasaron los meses y los años y nunca más se supo de él.
Cuenta la historia que mucho tiempo después, ordenando por primera vez el cajón de su desaparecido marido la mujer encontró una pequeña carta que decía solamente:
Me diste todo y te lo agradezco de corazón, pero
“lo único que necesitaba era que me escucharas”
Sasá
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