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Como arquero profesional que fue nunca falló un sólo disparo. Su puntería siempre fue certera. Pero lo que ahora tenía ante sí le hizo de pronto dudar: era un punto negro, muy negro, que se movía ondulante, insinuante y con una cadencia singular. No obstante, y a pesar de la extraña ansiedad que le invadía, sacó su flecha y la acarició de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba queriéndole imprimir toda su confianza y destreza.
Él sabía muy bien lo que hacía, y sin dejar un sólo momento de apuntar hacia su blanco móvil, se tensó desafiante como un arco dispuesto al lance. Todo hizo presagiar el instante final: la enhiesta y palpitante flecha, el punto negro, muy negro, que no cesaba de ulular rítmicamente y... su ardiente deseo.
Cuando por fin tiro su flecha, la mujer -que a pocos centímetros yacía toda desnuda ante él-, temerosa, cerró sus largas piernas.
Bogoá-Colombia, Noviembre 5 de 1.995 |
Texto agregado el 04-11-2003, y leído por 290
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