Pusiste música de rock
mientras olía tu fragancia de olivos
y anoche estabas tan fresca, te digo.

Ese lunar de tu cuello
como monte venusino abstracto
choca con las ondas de radio
y coexisten, la música y tú.

Sube la voz agudísima
de un cantante ochentero,
y entre las almohadas
yo te digo que te quiero.

¿Será todo una farsa,
un absurdo inigualable,
esa voz inaudita
y este amor de balde?

Anoche estabas tan fresca
como una nota de blues reciente,
como un riff de guitarra abyacente,
ahora te desenredo, te desmaraño,
te digo que te quiero
debajo de las sábanas y el manto.

Tomo entonces el pulgar
de tu pie derecho,
me lo llevo a la saliva
caliente de las entrañas imparables,
y entonces dejas caer desde
aquel túnel inconcebible,
el requinto preciso de la mañana,
un grito de amor creíble.