En las frías paredes de un estrecho malecón las pútridas aguas aledañas a un viejísimo nao parecen danzar al ritmo caprichoso de una lejana pero misteriosa melodía, que un tipo de blanca faz y barba desdeñada silva de cuando en cuando. Los graznidos de las gaviotas parecen matar la paz del entorno, en tanto que la fugaz luz de un faro acusa las trémulas manos que encienden una pipa mohosa de tanta nicotina. A lo lejos titilantes luces de navieros de diversa índole parecen atisbar su presencia, y huyen hacia el ocaso negro de un horizonte indescriptiblemente tenue, apenas perceptible. Las estrellas no brillan y las nubes fustigantes anuncian lo que en sus narices parecen mortecinas gotas de agua, agua que de súbito comienza a caer a raudales sobre su grueso chaquetón de lana prensada. Aquellos ojos de tanta soledad ya estaban acostumbrados a los cambios de ánimo del medio ambiente, y las lluvias sorpresivas no son más que un anuncio de que la diaria labor en el casco de su nave será un poco más prolongada. Por las rendijas de un desague una rata parda parece distraer su mirada mientras se apoya en un barandal húmedo, cosa bastante usual en el puerto, pero aquellos ojillos parecieron sorprenderle cuando sintió que reflejaban las brazas de un fuego semejante al de su pipa. Mientras veía en medio de la lluvia la inmensidad de un mar negro y el hedor calaba su nariz como de costumbre, a las doce de la noche las manecillas de su reloj se detuvieron, y las luces del puerto se apagaron. El pequeño roedor asomó su cabeza y con los ojos mojados por la lluvia, creyó ver en los ojillos del animal el mismo reflejo de las brazas de su pipa, pero esta vez había un detalle. Su pipa estaba apagada. Miró un instante de sobresalto por sobre su hombro, así como de pronto el chispeante y encendido incendio de un tablero de alta tensión a sus espaldas que daba sentido al sorpresivo apagón. O' ryan, el viejo cuidador de botes parecía estar fuera de servicio, medio borracho junto a una bien vacía botella de ron a su lado. Todo sería absolutamente normal, absolutamente todo, de no ser por que un roedor anunciaba su presencia desde el interior de la vacía orbita derecha de O'ryan. Un grito perdido en el vacío de una noche lluviosa hizo caer una pipa llena de nicotina al suelo plagado de escamas, y el tufo de peces muertos se combinaba con el tabaco molido, medio encendido, humeante, en la inhóspita y horrible noche de un viejo lobo de mar... |