Como si viviera en un laberinto, camina a paso largo y lento, como si quisiera detener el tiempo en el elixir de la juventud, en el refrescante y embriagante sabor del licor, en el éxtasis de cada día, de cada noche con su pasíón y con el placer del cuerpo.
Camina tranquilo, sin pensar en el mañana, sin pensar en el ayer, siguiendo un camino sin rumbo, llenando su vida de letras, de bellas frases que cobijan el frío de cada noche, que refrescan la garganta del sediento, que dan de comer al hambriento de conocimiento.
Habla sin prisa, escucha con la disposición de un sacerdorte en confesión, fuma cada cigarro sin importarle lo que pase, aspira el humo cargado de pensamientos y lo suelta alimentado de frases sabias que quedan vibrando en la mente de los que lo miran con inquietud y nunca esperan nada de él.
Su alma está cargada de sentimientos encontrados, de odio al mundo y de amor a la vida que se reflejan en esa mirada sencilla, en esa mirada tranquila que detiene su mente cuando esta trata de idealizar un futuro conformista pero feliz; la detiene, porque no quiere soñar, porque quiere escapar del tiempo, de la vejez que con su cansancio recrimina paso a paso, movimiento a movimiento, cada error, cada día perdido, cada duro golpe; una vejez decrepita, llena de cargos de conciencia, sueños frustrados y dolores que presionan día a día al alma para que abandone el cuerpo. Esa vejez terrible que convierte al hombre en polvo, en un ser inutil e incapaz....
Manos de palmas grandes y dedos pequeños, que escriben los más sublimes y extraños versos. Boca pequeña, que conjugada con su lengua, paladar y dientes, arma palabras al viento y también, oraciones hermosas llenas de dulzura que hacen profesar encantadores sentimientos.
No le interesa salir del laberinto, no se siente perdido, no se siente encerrado, no se siente solo, disfruta cada sendero, se deleita con el detalle más pequeño. Cada día viene con su afán ¡el tiempo corre y es inevitable!....
Dedicado a Bayron |