Diciembre 14/1941 Montañas del sumapaz
Las viejas chismosas no han parado de decir, que el dia de mi fusilamiento esta por llegar. Ya las he visto mas de tres veces desde este pequeño agujero reunidas a espaldas de mi madre, a quien Dios guarda en su gloria, comentando entre ellas en medio de risas y la pesadez de su vicio, como seré fusilado por el Comandante del Pueblo.
Agosto 19/1939. Ese dia comenzo mi desgracia. Ya llevo mas de dos años encerrado en este calabozo, y que Dios me perdone si he maldecido su nombre mas de mil veces, pero no fue por falta de fe que fui encerrado a esperar a que la muerte se apiade de mi alma. Y es que no he podido encontrar un mejor descanso para mi cabeza, que el sentarme a escribir sobre este diario.
El toque de queda comenzaba a las seis de la tarde como de costumbre. Ya me habia ocurrido en dos ocasiones , que alcanze a sentir el respiro de las balas y el vicio de los cañones apuntarse sobre la puerta de mi casa. Pero mi madre, que siempre fue un angel, lograba apagar la furia de los cañones al poner su pecho con rapidez frente a la puerta y cerrarla antes de que la sangre se derramara.
Hoy, he llorado mas que nunca en estas cuatro paredes, pues mañana es el dia de mi fusilamiento.
El 19 de agosto, las puertas de mi casa no se cerraron, las balas ese dia hicieron fiesta con la dulzura de mi madre.
Y heme aqui castigado al no dejar que esa noche, las puertas de mi casa se cerraran y por rebelarme así a la furia de las balas, porque esas puertas nunca van a poder cerrarse con tanto amor como lo hacia mi madre.
Y estoy esperando la muerte, en soledad.
Y permitanme decir hoy señores, en esta carta de despedida, que la muerte tiene que ser algo muy sencillo, porque vivir es extremadamente doloroso.
Alvaro de Aldana
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