La sábana color madera se tendía impecable. Los vidrios de la ventana dejaban pasar parcialmente la luz solar proyectando un tablero sobre la cama. Ella era una reina con un blanco suavizado por vetas canela que bronceaban su pecho. Él un alfil ébano que sudaba copiosamente. Acostados en un beso sin tiempo soñaban todavía con la batalla.