Harmattan*



El viento, el viento profundo.
El viento áspero que en el páramo azota el rostro del nómada.
El viento incesante que retuerce los árboles añosos hasta que semejan siluetas de titanes lisiados.
El viento airado, que en la vieja casona, silba entre las tejas para anunciar que el invierno será
de lobos y de muertos.
El viento traidor que entona himnos con las hojas del álamo para avivar después las llamas que
habrán de quemarlo.
El viento constante que, en sus torres de marfil, enloquece a los adolescentes de oro.
El viento helado que refresca las sienes de los homicidas y de los borrachos.
El viento místico que nos trae voces inconexas que rectamente oídas componen mensajes
imperativos y oscuros.
El viento abrasador que alza columnas de polvo en los oteros y levanta a los soldados antiguos
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El viento agrio, amigo, el cierzo que aventará tus cenizas y borrará tus huellas, los surcos que
vanamente crees haber arado.



*harmatán, viento muy seco que sopla sobre el Sahara y el África occidental.