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--A continuación, el noticiero de las veinte horas, y después...

Recostado sobre la cama, Luis Carlos tomó el control remoto del televisor; luego de apuntar hacia el receptor accionó el "power" y la imagen desapareció --Nidia estará por llegar, siempre es muy puntual... --pensó mientras cerraba los ojos. Extendió los brazos. Llevó sus manos bajo la nuca.
Asaltó su mente la imagen de Nidia, la visualizó como en el día en que se conocieron. Aquella mujer llevaba un vestido casual en colores pastel que acentuaba a la perfección su breve talle, diminutos lunares salpicaban la tela en lila, el color perfecto para destacar el suave bronceado de su piel. Dentro de atestado elevador, todos tuvieron que apretarse para abrirle un espacio; Las circunstancias pusieron a Luis Carlos tan cerca de ella que pudo percibir el calor de su piel, aemás de ciertas formas carnosas de aquel cuerpo; un delicado aroma a violetas invadió su sistema olfativo; en tan delicada situación, debió perder el control por un instante, lo que provocó la siguiente escena: con singular accionar de su anatomía, esa mujer intentó despegarse cuanto pudo, que no era mucho, del candente cuerpo que la presionaba por detrás. Luis Carlos se sintió incómodo --creo que ya la regué... --se dijo a sí mismo mientras tragaba saliva, pero su malestar se convirtió en angustia cuando ella comenzó a girar el cuello para voltear el rostro, querría mirar al insolente que se tomó tanto atrevimiento, hasta vendría una justa reclamación, tal vez sería violenta. Sus mejillas se convirtieron en brasas cuando miró de frente los ojos de Nidia, esperaba lo peor... pero para su sorpresa, ella sólo frunció la nariz con delicadeza, detrás de unas diminutas gafas de arillos plateados vio unos ojos color miel que reflejaban más diversión que enfado, de entre sus labios suculentos, pero de forma delicada, resaltados por un suave color rosado, brotó mordaz sonrisa; --¡Ahh! bueno, ahora se burla de mí... sería mejor haber recibido una bofetada aquí mismo, delante de todos, pero ha preferido la burla... --tal fue el pensamiento de alguien profundamente herido en su orgullo de macho, y es que había comprendido lo cómico que debió verse, temeroso y encendido en bermellón subido, Más tarde pensaría que además de bella, había conocido a una mujer inteligente, calculadora, que sabía cómo actuar en una situación complicada. Hoy, consideraba muy afortunada aquella situación porque le permitió conocer a Nidia; habían transcurrido unos dos meses, quizá un poco más.
Delicados golpecillos llamaron a la puerta y cortaron sus cavilaciones; Luis Carlos se levantó y acomodó su ropa antes de abrir.
Tras la puerta encontró un rostro sonriente, bello, sin duda agraciado por la naturaleza. Sus gafas de pequeños arillos plateados eran una característica que la hacía ver interesante, algo intelectual y muy moderna.
--Hola cariño, ya ansiaba estar contigo... --Dijo Luis Carlos a manera de saludo.
Nidia entró y como respuesta dejó furtivo beso en los labios que le daban la bienvenida, beso que encendió la pasión; la tomó por la cintura, la estrechó contra su cuerpo y juntaron sus bocas, daba la impresión de que se devoraban mutuamente, sus manos comenzaron a desplazarse ansiosas por cuantos recovecos encontraron, se estrujaban... pero ella interrumpió aquel erótico ritual.
--Tranquilo, tranquilízate... por lo menos déjame entrar, no querrás terminar haciéndolo en el corredor, ¿o sí? --reclamó Nidia.
--Creo que es el único lugar donde no lo hemos hecho... podría ser interesante.
Ella sonrió con un bello coqueteo, y mientras negaba moviendo la cabeza se dirigió al tocador, arregló su cabellera y se subió a la cama, acomodó las almohadas para adoptar una posición semisentada, tomó el control de la televisión y accionó el "power", enseguida se escuchó la voz del locutor...
--Vamos con nuestro corresponsal en Medio Oriente, en donde hoy se registró otro ataque suicida...
--No me digas que viniste a ver la televisión... --interrogó Luis Carlos sin ocultar que su idea era llegar directamente al objetivo que los reunió. como ocurría con frecuencia, en aquella habitación del mismo hotel.
--Ven, siéntate aquí, junto a mí, vamos a ver qué sucedió hoy en el mundo.
--Bien sabes que no me gusta la violencia, qué caso tiene ver cómo se matan unos a otros... y luego esas escenas que pasa la televisión amarillista, cuerpos hechos pedazos; no, yo prefiero el amor; sí, hagamos el amor.
--Oye, tres veces por semana llego a este hotel, entro, nos tiramos en la cama, y como animales dejamos correr nuestros instintos, una vez satisfechos nos levantamos y nos retiramos... así ha sido durante meses; hoy quiero que sea diferente, hoy todo va a ser diferente y punto.
--Qué terminante te escucho, francamente no dejas opción, cortas toda posibilidad de entendimiento, y tú no eres así ¿qué te ocurre? ¿tuviste un mal día? ¿te sientes mal? dime...
--Deseo ver la televisión un rato, es todo... Lo aceptas o prefieres que me vaya.
Extrañado, Luis Carlos no tuvo más que aceptar con un encogimiento de hombros, después de todo, ya había pagado la habitación, y eso de tener que dejarla sin darle el uso esperado, pues no iba con su manera de pensar, si no había más tendría que aceptar los términos. Se sentó en la orilla de la cama.
--Pero ¿será necesario ver esas noticias tan llenas de violencia? por lo menos busca algo más agradable.
--De acuerdo --asintió Nidia, quien volvió a tomar el control remoto, esta vez para apagar el aparato.
--Platiquemos entonces.
--Eso me agrada, ya nos vamos entendiendo --dijo Luis Carlos, quien se sintió más seguro. Se acercó a Nidia, pasó su brazo por la cintura y giró su cuerpo para quedar sobre ella; buscó unir sus bocas, la hubiera penetrado de no haber existido sus ropas de por medio. Nidia lo rechazó en forma decidida.
--Con las bocas ocupadas sería muy difícil hablar ¿no crees?
Luis Carlos comenzaba a dar muestras de enfado, sabía que algo malo ocurría, pero sentía miedo de ir directamente al punto. Giró una vez más su cuerpo, ahora a la inversa, y quedó acostado junto a ella. Hubo silencio durante largos y tensos segundos; fue Nidia quien lo rompió.
--¿Sabías que Schopenhauer piensa que cuando hay motivos para sospechar que una persona está diciendo una mentira, se debe aparentar creer todas sus palabras? Esto, dice, le dará ánimo para continuar, y se entusiasmará tanto que con sus afirmaciones acabará por traicionarse; así, la mentira queda al descubierto sin necesidad de llamarle mentiroso.
Luis Carlos no entendía ni una sola de las palabras de Nidia.
--Bueno, sí, muy interesante, pero... ¿a qué viene en este momento hablar de lo que piensa ese chopenjuar o como quiera que se pronuncie?
--Y sabías que "las mentiras más crueles son dichas, muchas veces, en silencio"? esto es de Stevenson, aunque creo que tampoco sabrás quién es él.
--¡Ya basta! ¿Hás venido a burlarte de mí? Dime lo que traes entre manos, a qué viene tanto hablar de esos tales por cuales, y por qué precisamente nos tiene que interesar lo que piensan sobre las mentiras...
--Nada en particular, no tienes que enfadarte, sólo estoy tratando de iniciar una conversación, pero si prefieres cambiamos el tema.
--Te lo agradecería, porque la verdad es que...
Nidia interrumpió para lanzar nuevo comentario, esta vez en tono incriminatorio.
--"No hay cosa que me asuste más que la gente asustada..." --Luis Carlos la miró fijamente a los ojos, en su mirar se podía ver que estaba a punto de explotar, pero Nidia agregó con falsa voz melosa --Eso fue de Robert Frost.
--¡Yaaaa... no quiero escuchar más tus estupideces, no me hables más de esos idiotas que sólo escriben para otros idiotas... como tú, que piensas que por leer tanta basura eres más inteligente! Pues bien, si a esto quieres llegar ¡sí! te he mentido, no es cierto que vaya a dejar a mi esposa; que tenga problemas irreconciliables en mi matrimonio es otra gran mentira, te engañé, igual que lo he hecho con muchas mujeres fáciles como tú, ahora no eres más que una de tantas ¿te das cuenta, y para qué te sirve tanta sabiduría?. Te usé, te disfruté y como ahora ya me cansé de ti, pues simplemente te desecho y ya. ¡Te puedes largar en este momento!
Nidia había permanecido inexpresiiva, observando en actitud analítica a Luis Carlos.
--Te agradezco tanta claridad, no tienes idea de cuánto me alegra escucharte hablar así. Ya lo dijo Platón: "La mentira sólo es útil a los hombres como medicina..." que desde hoy esta mentira que acabas de confesar te sirva para curar tus heridas, que gracias a tí ya encontré la medicina para las mías.
--¡Cuáles heridas! ¿Acáso estás pensando que me voy a suicidar porque me dejas? Pero si serás idiota, mañana o pasadomañana habrá otra en tu lugar, porque soy hombre... ¿Quién te dice que no la hay ya? Soy hombre, scúchalo bien: HOOOMMMMBREEEE que ama a las mujeres y luego las desecha.
--Sí, te entiendo muy bien, porque también fui hombre --interrumpió Nidia, quien por primera vez alzó la voz. Luis Carlos experimentó una sensación helada que recorrió su interior, aún cuando no quería creer la confesión que acababa de escuchar. Nidia siguió hablando --Nací hombre igual que tú, pero en una época de mi vida, luego de pasar por traversti sin llenar todas mis necesidades, recurrí a la cirugía, hasta tú lo sabrás: castración, implante de pechos, pero glandularmente sigo siendo hombre; de eso quería hablarte hoy. Pensaba que era yo quien mentía en esta relación y no sabía cómo confesar la verdad. Cuando cité a Schopenhauer hacía alusión a mi persona, pero tú me facilitaste las cosas...
Luis Carlos no pudo contenerse y las náuceas lo obligaron a correr hacia el cuarto de baño, en donde vomitó cuanto había en sus entrañas, sentía que la vida entera se le escapaba, y sin darse cuenta, hasta lo deseaba; experimentaba una sensación de suciedad, de profunda humillación, era un toro en medio del redondel con la estocada hasta la empuñadura y en todo lo alto, estaba herido de muerte.
Nidia tomó su bolso, se arregló el cabello y salió de la habitación.

Al día siguiente, la camarera entró para hacer la limpieza, todo estaba revuelto, toda clase de objetos lanzados contra las paredes, el televisor destrozado en el suelo. Se podía escuchar el agua correr por la regadera; llamó, pero nadie respondió, y al entrar al cuarto de baño, colgando de la regadera, el cuerpo desnudo de Luis Carlos, estaba amarrado por el cuello con un cable eléctrico; había residuos de jabón por todas partes.





En Cancún, costa mexicana del Caribe.

Texto agregado el 03-11-2003, y leído por 625 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
29-07-2006 soy muy conservadora pero no tengo prejuicios, digamos que acepto a cada quien tal como es, pero senti cosa fea cuando le reveló la verdad. después de todo él se lo tenía merecido, hay tantos hombres así...***** maffer
14-04-2005 Historia controvertida, situaciones inesperadas. A mí también me engañó Nidia, admiré el ser "una mujer inteligente, calculadora,que sabía como actuar en una situación complicada." ... Después se ve que es hombre y me rompes los esquemas. (Una crítica sin importancia: que se suicide el protagonista no me gusta, pobre... Te dejo unas estrellitas. Ruth
01-04-2004 No esperaba ese final, bueno, tampoco esperaba ninguno en concreto, pero como que no le pega al relato.Es estupendo¡¡¡...un saludo eloisa
06-11-2003 Sin duda que es un buen relato. Quizás el final está en una sintonía distinta, pero el mío no deja de ser un comentario subjetivo. ¡Felicitaciones! Praprique
03-11-2003 Y ahora? jajajaaj. Recuerdo alguien que dijo:tranquila, no estoy explorando nada! jajaj, Bien hecho, sin maniqueismo. Necesita una pasada de lija finita. la inclusión de las citas, permite al lector fugar hacia otras posibles historias, para presentarle de un golpe la baraja del final. Se tardó estimado, pero valió la pena. Al parecer este cuento, como dice don julio Cortazar, quemaba en sus manos. Le subió sin su acostumbrado pasaje por el brilla metal. Gracias por compartirlo. hache
 
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