JORNADA XXXXXI
La Ciudad de los espectros
Harto oneroso me fue dar con la ciudad de los espectros. Claro es que las indicaciones que poseía eran asaz vagas, pues si unos me dijeron que se hallaba entre montañas tras un puerto difícil de encontrar otros manifestaron que se trataba de una villa costera o una isla fluvial.
También me hicieron creer que buscaba un paraje habitado por personas huidas, ora de sí mismas ora de los otros o que era una ciudad inexistente o al menos irrelevante ; dado que no se establecía con ella comercio alguno.
Sabía además que corría el riesgo de encontrarla y no reconocerla y ciertamente en el momento que avisté la ciudad me admiró lo informe del lugar pues carecía de paisaje.
El caso es que fui recibido por hombres de aspecto descuidado, mas la indeferencia que sentían por sí mismos no la mostraron hacia mi persona. Gentilmente me preguntaron con interés y advertí que todos sin excepción sabían escuchar. Al poco tuve la ocasión de comprobar la musicalidad y belleza de su idioma pues se expresaban con sencillez, precisión, economía y viveza.
Supe que se trataba de un valle al que se retiraban personas excelentes que habiendo dejado atrás todo credo, superado el vértigo de la gloria, enajenados de lazos familiares y abandonado el altruismo como último refugio de la ambición se ocupaban en alcanzar la quintaesencia de las destrezas que los hacían egregios.
Allí conocí a un escultor que sabidas todas las lecciones del volumen y del espacio se ocupaba en esculpir puntos en el aire, tarea que de continuo lo obligaba a ejecutar una danza que se me antojó en extremo grotesca pero que era contemplada por los otros con agudo interés.
Hablé también con un matemático quien abandonando la geometría abstracta se afanaba en fundar lo que él llamaba la geometría concreta o el espacio concreto, pretendiendo dar nombre y apellidos, en una espacio de infinitas dimensiones, a cada punto, curva, superficie ,volumen o transformación posible, para lo cual centraba sus esfuerzos en desarrollar un lenguaje simple pero ilimitado.
En fin, conviví con arquitectos que por dar refugio al hombre, por pensar en cobijarlo, se habían orientado hacia la sastrería y modistas que guiados por el mismo delirio trazaban catedrales. También vi piratas, asesinos, vagos, astrónomos y pirómanos.
Ellos, los huídos, me asombraron cien veces pero no me enseñaron nada. No mostraron desdén alguno al declararme mediocre en todo y esclavo aún de algunas pasiones. Cuando manifesté mi condición de soñador, y por tanto viajero, e insinué además mi destino final, supe que había removido en ellos el pasmo y la envidia y aquella me asombró de nuevo.
Como cumplía a la situación fui despedido con llaneza y sin protocolos. Allá quedaron ellos esperando la muerte !Ay de ellos ! !Ay de mí!.
Así lo soñé .
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