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TRÁNSITO CIII


La terna


Atónitos vimos como en pocos minutos la nave se hundía en las aguas azules. Salvando lo poco que pudimos, a nado, llegamos a la pétrea orilla. Debíamos haber caído en un lago, pues no había oleaje, pero no se alcanzaba a divisar la orilla opuesta y además el agua era muy salada.

En tierra firme comprobamos que el suelo era pura roca y no se divisaba el menor atisbo de vegetación. Entonces allí en la orilla, empapado, ante la belleza de aquel desierto sentí miedo. Las cosas estaban claras.

Hansen ,activo como siempre, enseguida desplegó el instrumental y comenzó a realizar mediciones. Ruzo y yo decidimos recorrer el perímetro en un reconocimiento breve. Elegí un cerro cercano, la altura más conspicua de la zona, Ruzo siguió la línea de costa.

En lo alto de la colina confirmé que estábamos en un lago. El paisaje era anonadante; un desierto pétreo con fantasmales cerros dispersos hasta el horizonte, al otro lado el lago.

Me demoré algunos instantes en aquella altura sopesando el arduo dilema moral que se nos planteaba. Los tres Hansen, Ruzo y yo sabíamos que contábamos con oxígeno para tres días y sabíamos que la misión tendría éxito aunque sólo uno de nosotros lograra sobrevivir. Escapar de aquel lugar a pie era imposible, sólo nos quedaba la alternativa de esperar el rescate. De quedar vivo uno de los tres dispondría de nueve días de espera.

Recordaba las clases en la academia de guerrilla. Allí un oficial seco como un latigazo o como un disparo nos decía:

- Recuerden que disponen de tres instancias morales: altruismo, egoísmo y cooperación, el altruismo extremo, que la religión predica, conduce a la parálisis de la acción. Por otra parte puede ser útil el egoísmo pero genera daños y enemigos. Y la cooperación sólo es activa según el talante de los otros cooperantes.

Sepan -decía- que ninguna instancia es legítima o ilegítima.

A veces y ustedes lo saben la opción egoísta es la única admisible. Recuerden, recuerden que libramos una guerra de mentes que no de cuerpos y aunque, casi no se usen armas, la muerte siempre está presente, deben pues saber dosificar la muerte, aprender a administrarla, incluso la propia...

El ejércicio táctico que estábamos llevando a cabo era de los calificados de alta intensidad de forma que inmerso en la acción continuada no había dispuesto de tiempo para pensar. Ahora y con rapidez me veía obligado a barajar las veintisiete ternas ( E, A, C ), los veintisiete tríos posibles de egoísmo, altruismo y cooperación con el recurso del oxígeno limitado y con incertidumbre en el rescate.

La acción cooperativa ( C, C, C ) nos conduciría a la muerte en tres jornadas y cualquier género de acción egoísta desencadenaría una lucha de inciertos resultados. La solución quizá se hallara en una libérrima e improbable acción altruista.

Cuando regresé vi a Hansen absorto, inclinado sobre el computador. Al verme, sonriendo exclamó :

- ! Buenas noticias ! La salinidad es más baja de lo que suponía y con las baterías disponibles podemos obtener el doble de oxígeno que el esperado.

Comprendí que Hansen ya había resuelto su dilema, era claro que mentía pues yo mismo había comprobado el contenido salino. El bueno de Hansen pretendía atenuar mi grado de vigilancia .Sin transición salté sobre él ,quien a pesar de su postura relajada y encontrarse vuelto de costado, recibió mi asalto sin sorprenderse.

Ambos, en la academia, nos habíamos trabado en múltiples ocasiones, sabíamos de memoria nuestras formas respectivas de luchar de modo que el resultado dependía del azar y así ocurrió, pues la única piedra desprendida en aquel desierto pétreo y de una pieza tuvo que pisarla Hansen haciéndole caer debajo de mí, el resto fue sencillo.

Agotado, al incorporarme, vi que se aproximaba Ruzo. Como no me hallaba en disposición de iniciar otra lucha ,tomando lo que hallé a mano, es decir mi mochila, me arrojé al agua. Ya a buena distancia vi cómo Ruzo se apropiaba de todos los efectos de Hansen y levantando la mano en gesto de vago saludo abandonaba el lugar.

Tres actos egoístas daban como resultado un único superviviente, Ruzo, pues yo me hallaba condenado al disponer sólo de dos dosis de oxígeno.

Al crepúsculo regresé al lugar con la buena fortuna de encontrar una de las baterías de Hansen que habría rodado probablemente durante la mortal pelea, esa circunstancia me permitió fabricar la cantidad justa de oxígeno hasta que tres días después, en completa quietud y exánime fui rescatado .

Tras recuperarme fui sometido al prolijo cuestionario que completaba el análisis del ejercicio táctico, cientos de preguntas de cuya formulación era imposible inferir si se había actuado correctamente o no, otros barajarían las respuestas.

Tiempo después coincidí con Ruzo , esta vez, en una operación de combate real. Nos limitamos a saludarnos, pues las severas ordenanzas impidieron el diálogo. Observé que no había conseguido el empleo de oficial y que a su edad era imposible que lo lograse. Hecho que casi lo condenaba a muerte en su condición de simple soldado.

Ignoro en qué acerté y en qué se equivocó Ruzo. Pero ahora sólo me interesa ascender para comprender las razones secretas de esta extraña guerra.


O me lo contaron o lo soñé .


Texto agregado el 09-12-2005, y leído por 188 visitantes. (0 votos)


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