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DESCANSO XXIII
Puerto de montaña
Durante un tiempo nos habíamos dedicado al bandidaje en un puerto de montaña. Creo que por ello sentíamos intranquilo nuestro fuero interno.
Una mañana nos sorprendió un hombre cuya única seña distintiva era su arrogancia inaudita. Desarmado ,se dirigió a nosotros con tanta altanería que súbitamente perdimos el valor y nos dejamos arrebatar las armas tontamente .
Lo que siguió es triste de narrar pues sufrimos toda suerte de vejaciones y sevicias. Afortunadamente todas las criaturas duermen y pronto acabamos con él.
Teníamos prisa y no pudimos devolver una por una las humillaciones que nos inflingió. Eso sí, declaro que de ninguna manera su muerte fue dulce.
Así se soñó.
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Texto agregado el 09-12-2005, y leído por 139
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