Eran seis encapuchados.Seis con escapularios de sus santos favoritos.Seis batallas, seis cucharas que resoplan.
Al oído no, escucho; ellos no. Laten sus motores, engranajes y hablan; de aquí se encarga de diablo, grita uno, los seis ríen.
Amor es hora de irnos, dice el padre a su hija en cama.Salta rápido, corre serpiente. Se desliza bajo la cama, el punto suspensivo. Escóndete tras el libro digo yo, lo que es el instinto, la pluma vé.
Cucharas, cucharas resoplan y el viento acopla los cuerpos. Se los llevan, se los llevan, amarrados pero no han muerto.
El reflejo de la cama de sudor se empapa, y son seis, sólo seis. Los tristes muertos hablan.