Al abrir la caja, recordé ese juego que compartíamos cuando era niño. Siete sobres numerados y dos llaves guardadas en un cofrecito de metal. Lo llamabas “Como la luna al mar” yo no sabía bien por qué. Las reglas decían que una vez cumplida cada consigna había que abrir el siguiente sobre y al final habría un premio especial.
Con desconcierto abrí el primer sobre.
“En el llavero que dice “El Turista” está la llave de mi casa.”
En la casa no había nadie. Una vez en el lugar, leí el segundo mensaje:
“En el armario azul hay un traje. Puedes cambiarte tranquilo, nadie te verá.”.
El traje me quedaba a la perfección. La siguiente consigna me estremeció:
“La llave grande pertenece al cuarto que siempre permanece cerrado.”
Muchas veces había soñado con lo que habría en esa habitación, en ese momento me sentí tenso y bajo presión.
Me sorprendió ver el viejo sillón ... a mi memoria vinieron los recuerdos de meriendas, dibujos animados, autitos, soldaditos y los ladridos de Amsterdam en el salón.
Cuando leí el siguiente mensaje, me encontré siguiendo pistas en una extraña tierra de confusión ...
“Siéntate en el sillón y presiona el botón. Cuidado con el sacudón”
Un sorprendente dispositivo estaba montado en el apoyabrazos.
Al sentarme recordé todos esos años en los que me cuidaste, cuando perdí a mamá y a la abuela.
Siempre sentí tristeza por tu soledad, pero muchas veces me explicaste que tus investigaciones y tus trabajos tenían prioridad.
Lo que viví al seguir las instrucciones no puedo describirlo con palabras.
Sentí que mi cuerpo se dividía en un millón de partículas. Una luz muy brillante me cegó y una potente vibración me estremeció.
De pronto todo se calmó y sentí que volví a ser uno.
Temblando, abrí el sexto sobre:
“Sal de la casa. Verás todo diferente. No tengas miedo. Ve al parque. Alguien te estará esperando. No necesito decirte cuándo debes abrir el último sobre, porque solo lo sabrás. No me decepciones”
Al salir de la casa el impacto fue monumental. Las calles de tierra, los carros, las casas, la gente y mi atuendo, que ahora tenía una explicación.
En ese momento pensé: “Si me vuelvo ligeramente loco es algo natural”.
Caminé a paso rápido hasta la plaza. Comencé a mirar todas las caras. Pero ninguna me decía nada ... hasta que la vi parada ahí ...
Una hermosa joven de ojos verdes y largo pelo rubio, sostenía un sobre que me era familiar.
Sólo tardé un segundo en encontrarte detrás de su mirada, no fue difícil hallarte sin las arrugas, ni los cabellos blancos ... porque hasta con los ojos cerrados podría reconocerte, en cualquier tiempo, en cualquier lugar.
Al abrir el último sobre tus ojos se llenaron de lágrimas. No pude contener la emoción al leer el mensaje final:
“Como el sol cuando acaricia las montañas, como la luna al mar. Te amo con locura, no dejemos nunca de jugar.” |