Cuando caminaste dormida en mis sabanas,
Te imaginé,
Tal cual los ángeles,
Pasean por mi endiablada conciencia.
Eran unas ganas de estrujarte en mi papel,
Desenvolverte en pedazos distintos,
Y convertirte en todo lo que quise fueras.
Estabas tan dispuesta a desnudarte,
Que los preparativos fueron, una simple fachada.
Que hermosa aún contempló,
Con destellos en los ojos,
Una cálida forma de decirte,
El amor que hasta ese entonces no existía.
Me mirabas queriendo callarme,
Pero ya había comenzado a surgir,
Ese tembloroso desconcierto,
Que nubla cada relación nueva,
Ese miedo a equivocarnos por enésima vez.
Aún sabiendo esto,
Me alcé en una gama de posibilidades,
Dándole vida a esta sutil mentira,
Que pronto quisimos fuese verdad.
Era tan hermosamente imperfecto,
Que nos adentramos en lo más hondo de la superficialidad,
Para descubrir,
Si lo que ocurría era simplemente un acto seguido a un beso,
Ó una caricia de mentira.
Hasta el cansancio, temblé de amor,
Uno que surge cuando no lo hay,
Por la desesperación de encontrarlo,
Poniéndole la máscara a todo aquel
Que pose su cuerpo en mi frente,
Aquel ojo de mis labios,
Que infortunados cerraron,
Luego del último beso de real importancia.
Ello está consumado ahora,
Y mi sexo solo se comporta como el animal que es,
Haciéndome olvidarte,
Y cuanto más lejos de ello estoy,
Me bacilo en tu mirada creyéndote soberbia,
Cuando simplemente el ególatra soy yo.
Mi pregunta,
a dejado de ser cómo amarte.
He llegado a un punto indeterminado,
donde me pregunto cómo se ama el amar.