(...viene de antes)
El día que fui a la peluquería de Abdel, no llevaba intenciones de hacer daño a nadie. Al contrario, ese chaval siempre me cayó bien. Era cordial, cumplidor y nunca ponía excusas estúpidas. Y tenía mucho sentido del humor, a mí se me gana por el sentido del humor. Lo único malo es que estaba metido en asuntos de drogas y eso echa a perder a la gente.
Mientras discutíamos por un dinero que se estaba retrasando, vi un niño de unos 10 años que se asomaba detrás de una cortina. No sabía que el moro tuviera un hijo, de hecho, siempre pensé que era gay. Abdel le hacía señas con los ojos para que su ratoncito se metiese en la madriguera. Yo me reí porque no me había imaginado que Abdel me tuviera por un tipo tan peligroso.
-Eh, ¡qué niño tan guapo!, dije en voz alta para tranquilizar ánimos.
-Se me habrá colado en la trastienda.
-Anda ya maricón, ese es tu hijo. ¡Si se parece a ti como dos gotas de agua!
-¿Gotas? No, no. Te parece como yo porque es moro como yo, jajaja. Te digo que se habrá colado.
-Entonces no te preocupes que lo echo de aquí.
-Bah, déjale, déjale. Los niños se me cuelan. No hay problema, no pasa nada.
-Que no, que no. Que me lo llevo ahora mismo.
Cuando arrastré al niño de un brazo fuera de la peluquería, no pudo contenerse y llamó a gritos a su padre, supongo, no podía estar seguro. Cuando le di una bofetada, Abdel no pudo seguir aparentando indiferencia.
-¡Eh, eh!. ¡No le pegues!. ¡Suéltale!
-¿No dices que no le conoces de nada?
-Pero no está bien pegarle. Déjale.
Cuando solté al niño corrió a abrazarse a la cintura de Abdel y yo me reí mucho viendo como su propio hijo le dejaba con el culo al aire. Estúpidos mocosos, qué inocentes son.
-Bueno, bueno. Perdona por la bofetada, es que no tienes porqué ocultarme a tus hijos que no soy un ogro que se vaya zampando niños. Pero eso sí, mañana me urge ¿eh?. ¿Puedo fiarme de tí?
-Sí, sí. Hasta mañana. Adiós.
-Venga campeón. Tranquilízate.
El pequeño estúpido delatando a su padre con un abrazo. Esta escena aparentemente trivial me tocó ahí donde me dolía. El pequeño estúpido escondiéndose por orden de su padre pero sin poder evitar mirar a ver qué tal le iba con ese hombre malo. Cuando le agarré por el brazo y la amenaza era clara no intentó escapar o darme una patada. Lo primero que hizo fue llamar a su padre, necesitaba a su padre, lo necesitaba. Y cuando pudo agarrarase a él pasó el peligro, estaba con papá, con papá todo iría bien. Y Abdel, listo como un zorro, perdió la partida con tal de no ver como pegaban a su pequeño estúpido.
Y cuántos estarían detrás de la cortina. Más niños. Una esposa quizás, puede que varias porque Abdel es un tío bastante atractivo. Todos aguantando la respiración, temiendo por la suerte de su héroe, confiando en que su Ulises fuera capaz de engañar a los dioses con su astucia.
Joder. Qué envidia. Me jode descubrirme a mí mismo emocionándome por una escenita propia de una película de Disney. Yo quería estar en el lugar de Abdel aunque podría prescindir de la parte del extorsionador. Si yo fuese él jamás me hubiera metido en líos. Abdel no se lo merecía.
Todo esto lo pensé por la noche mientras Einyel me la comía. Con la angustía no podía alcanzar el orgasmo pero Einyel nunca se rinde hasta que consigue su dosis de corrida. Cuando se incorporó a mi lado le quise hacer partícipe:
-Einyel, ¿tú quieres tener un hijo?
-Te juro que me he tomado la píldora vaquero, no te preocupes.
-Odio que me llames vaquero preciosa. Me refería a si te gustaría tener un pequeño correteando por la casa.
-¿Y para qué queremos un niño?
-Joder, pues para criarle, para ser padres, darle amor y todo eso.
-¿Te pasa algo?
-Estaba pensando en que no sé. De verdad, con la mano en el corazón ¿eh?, ¿te gusta tu vida?
-Mientras te tenga a tí sí, muchísimo, dijo mientras me manoseaba el paquete.
-No me entiendes linda.
-¿Quieres que te haga una raya o un batido de plátano de esos que te gustan?
-Joder no. Anda, déjame en paz y duérmete. Y la próxima vez que hagas un mejunge limpia la batidora.
-Estás muy raro vaquero.
-Y siempre, y digo siempre, limpia la vitrocerámica con el Vitro-clean. O mejor, no toques nada. Y no me llames vaquero.
-Eh, eh. Estás muy borde esta noche. ¿Te he raspado con los dientes al hacerte la mamada?
-Joder pero qué tonta puedes llegar a ser preciosa.
-Eh, seré tonta pero tú bien que te dejas. Además, si no fuera por mí habrías perdido la cabeza.
-Si no fuera por tí sería feliz haciéndome pajas una vez a la semana y no me dolería la próstata a los cuarenta años.
-Bueno, ya vale. ¿Es que crees que eres el único que se puede poner... filosófico? Yo también pienso en el futuro pero no soy como tú, siempre cuento contigo, siempre estoy a tu lado, siempre tratando de hacerte la vida agradable. A veces, a veces ¿sabes?, eres muy muy malo conmigo.
-Oh, por favor. Einyel, no se te da bien ser sensible. Mejor lo dejamos, ¿eh? Duerme.
-Como quieras. Esta noche te has quedado sin doble ración por borde.
-A quién se le ocurre limpiar la vitrocerámica con el nanas.¡Cómo se puede ser tan tonta!
-Bueno, vale ya joder. ¿Qué te he hecho yo?, dime, qué quieres qué haga, qué quieres qué haga...oh joder, qué mal, joder...
Einyel se echó a llorar armando todo el ruido que pudo y yo pasé de consolarla. Por lo menos averigué la manera de librarme de las ansias de Einyel pero mi paternidad frustrada no dejaba de reconcomerme así que no dormí de todos modos. Reconozco que la pobre Einyel no tenía la culpa de nada pero personificaba el agujero de insatisfacción en el que me encontraba. Nunca mejor dicho.
Al día siguiente cuando volví a la peluquería de Abdel rogué por todos los santos y vírgenes que no hubiese logrado reunir el dinero que debía. Aproveché la noche de insomnio para trazar un plan maestro que yo creía que sería mal visto por la organización. La verdad es que era una cagada gorda, ahora lo veo claro, pero yo estaba desesperado como una protagonista de Lorca.
-Buenas Abdel. Tengo algo de prisa, perdona. ¿Me lo das?
-Tengo que serte sincero contigo. No lo tengo todavía. -me encantaba lo responsable que era ese chico.
-Vaya, ¿y eso a qué se debe?
-Tengo una parte. Pero no todo, no todo. Te lo doy ahora y lo demás después.
-No, no. Verás, no es por mí, yo no quiero joderte, ¿vale? Pero lo necesito todo ya o me cortan los huevos.
-Tengo doscientos euros de momento. ¿Los quieres?
-No, no Abdel. No. A ver, ¿cómo podemos arreglar esto?
El ratoncito esta vez no se asomaba por la cortina. Lástima, todo hubiera sido más casual y elegante.
-Mira, puedo quedarme con algo tuyo para asegurarme de que me lo das todo, ¿eh?.
-Llévate lo que tú quieras. Eh, amigos, ¿vale?
-Que sí tío, que me caes bien y por nada del mundo te haría daño. Pero es por tener contentos a mis jefes, ¿me entiendes?
-Vale, sí. Tengo mercancía buenísima. Dos kilos de nieve roja. Para tí.
-¿Y eso qué es? ¿Droga? Hay que ver qué cosas se inventan. Nieve roja, valiente tontería.
-¿Tú no quieres?
-Quita, quita. Eso es meterse en mierda. ¿Puedo entrar a la trastienda a ver qué tienes?
-Sí, pasa amigo, pasa.
Dos niñas, dos mujeres jóvenes, una anciana y el ratoncito del otro día. Me enamoré de sus pestañas negras y de sus ojos abiertos la primera vez que lo vi. Estaban todos como estatuas de sal. El mocoso estaba abrazado por la anciana que parecía ser su abuela y me miraba fijamente apretando los dientes.
-Pues ya está. Me llevo a ese.
-Jajaja, eres un tío gracioso.
-Claro que sí. Y nos lo vamos a pasar muy bien juntos, ¿verdad ratoncito?
-No, tú no hablas en serio amigo. No puedes llevarte a él.
-Eh, tranquilo que no me lo voy a comer. Va a pasar unos días con su tío hasta que me des todo y en paz.
-No, tú no puedes hacer eso.
-Sí que puedo. Dijiste que me llevase lo que quisiera y me llevo al ratoncito.
-¡No!. No te lo vas a llevar. ¡Vas a tener que matarme a mí!
-Eh, eh. Nada de dramas. Que sólo es un tiempo. Le voy a tratar mejor que tú mismo. Le enseñaré a tocar el piano, a jugar al ajedrez y a manejar la televisión por cable, yo que sé. Voy a ser como su padre pero en occidental.
-¡Estás loco tú eh!, ¿Qué coño dices tú eh?, ¡Él se queda aquí!
-¡Buena vale ya!, si quieres morir delante de tu familia no creo que me puedan denunciar sin papeles. ¿Es que crees que me va a coger más cariño a mí que a tí? ¿No estarás celoso?
No fue agradable encañonar a Abdel en la boca pero aparte del berrinche del niño pude llevarlo a casa sin problemas. Ahora sólo quedaba que el niño me quisiera tanto o más que al moro. Estaba convencido de que Einyel a pesar de lo bruta que era podría desplazar parte de su entrega incondicional al niño y convertirse en madre sin tener que engordar durante el embarazo. Mamá, papá y ratoncito. Comprar el perro era sencillo y familia resuelta.
-¿Pero tú en qué coño estabas pensando?. ¡Nos la vamos a cargar!
-Tranquila preciosa. Seguro que valoran la decisión tan contundente que he tomado.
-¡Nos van a matar!
-Que no. Prepara un batido para el niño, anda.
-¡Pero si es un moro! ¿has pensado qué vamos a hacer cuando se haga grande?
-Si quieres le capamos antes de que le entre el celo y nos arañe los sillones. ¿Es que no me puedes hacer el jodido favor de amarle aunque sólo sea por hoy?
-¿Sabes?. Tú ya no eres el vaquero que amaba. Has perdido los papeles y todo eso.
-Querrás decir el vaquero que chupabas. Y no me llames vaquero.
-Prepárale tú el batido si quieres. Yo me voy llamar por teléfono para dejar muy claro que yo no tengo nada que ver en esto.
-Venga, traicióname lo que te de la gana. Tú no te preocupes ratoncito que nadie nos va a separar.
-¡Maricón!
-¿Ves como no es tan moro? yo le he entendido hablar en perfecto español.
-¡Que te jodan VA-QUE-RO!
Tal y como Einyel quería, mi jefe no vio con buenos ojos aplicar el secuestro en un caso de poca importancia como este, sobre todo porque iba a ser dificil explicar a los vecinos de dónde habíamos sacado un moro de diez años, así, de repente. Tenía que elegir entre devolver al niño en el plazo máximo de un mes o ser "despedido".
(y sigue...) |