Abro los ojos tras sucesivos esfuerzos por la pesadez de los párpados. Abro las ventanas y te encuentro allí; furioso, con tu suculento aroma marinado, con tu rabia acumulada y que haces estallar a través de tus olas de espuma. Me voy sintiendo mejor, sabiendo que estás cerca, que amparas mis trastadas y mis divagaciones.
Respiro profundamente y me dirijo a por un café bien cargado, que tomo entre mis manos y me hace sentir mejor que en casa. Miro más allá de tu azul intenso y por dentro retumba el oleaje de tu vida, o de la mía, o de ambas almas perdidas, mojadas y despojadas al vacío sin razón. Ese eco queda perpetuo en mi cabeza, en todos y cada uno de los poros de mi piel. Me siento más viva que nunca, más enérgica, e incluso alguien diferente.
Sumergida en tu rastro todo es más sencillo, encuentro el empuje necesario para gritar, para retorcerme sin remedio, para anclar en tus orillas mis resacas. Todo en silencio y aún los primeros rayos de sol no se han atrevido a aparecer. Que sensación tan inmensa la que estoy sintiendo, siempre me ocurre esta atracción tan extrema cuando estamos cerca, cuando todo tu conjunto roza mis sentidos, los azota de lleno, los remueve y los estampa de golpe. Me vuelves bestia y mansa a la vez. Sacas mi mejor perfil y al mismo tiempo mis más retorcidos pensamientos. Me abres los ojos a otra dimensión; apartada del caos, de las prisas, de los andamios y del miedo en las venas.
Quiero estar siempre a tu lado, quiero que me roces una y mil veces, con ese empeño, con esas ansias y ni se te ocurra detenerte. No detengas mi reloj esencial, para por completo el tiempo que pasamos juntos. Hazme tropezar en tus piedras salpicadas, túmbame en tus arenas finas y salvajes, sigue inundando con tu sal mis heridas.
No dejes de estar ahí. Pídeme siempre que regrese. Viaja siempre conmigo.
La mar, inmensa y eterna, cómplice y compañera de fatigas en la distancia. Mírame de frente y sigue embrujándome con tu magia.
Acurrucada en mis pensamientos, en tus colores y tus sonidos, mis ojos se cerraron, rendidos a tus pies, y quedaron sumergidos en tu arena, en tus fuertes vibraciones. Gracias de nuevo y una vez más; mi playa, mi duende, mi mar.
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