Alguien dice te quiero
Es tener la manía de preguntarse por qué suceden las cosas. Uno sabe que todo es falso pero la falsedad es también una realidad y esta taza de café tiene que ser otra cosa y esa boca que ha dicho te quiero es una boca que dijo te quiero pensando en un anuncio del periódico y en un posible viaje a Río de Janeiro. La boca dice te quiero y sin embargo no sabe lo que quiere decir te quiero, ya que el día en que alguien asignó los significados a las palabras esa boca no estaba, o si estaba no prestaba atención. Y por eso uno se pregunta por qué cuando él dice te quiero, dos palabras, y justo después un piso céntrico y la tele y el coche y pasados dos años otra vez él dice te quiero a la vez que cambia de postura mientras yo le espero desde el otro lado del sofá que siempre esta más mullido.
Pienso que a esta hora y en este momento habrá alguien por ahí diciendo te quiero a otro alguien que escuchará esas palabras como se escucha el alimento.
Te quiero y sin embargo nadie conoce a nadie. Si uno se fija en su pareja, en su madre, en cualquier ser cercano, si uno se fija bien en sus ojos, en sus rasgos, empezará a adivinar poco a poco que no conoce de nada a esa persona, que hay dos ojos, sí, y una nariz, y el pelo recién lavado, sí. Pero si uno se fija bien, hay arrugas que nunca había visto, hay una ligera curva en la nariz que tampoco había visto, y sobre todo el brillo en los ojos, el vacío que hay en cada lágrima.
Y, sin embargo, él ha dicho te quiero como si hubiera dicho tengo hambre o que calor hace o hay una mosca en la sopa.
Después de eso vuelvo a beber más café. Acerco mi cara a la taza y percibo el calor del café sobre mi nariz, su entrañable aroma, la crema que besa a la vez que quema.
Hay dos árboles ahí afuera. Deben de llevar cincuenta años el uno junto al otro y, sin embargo, nunca ninguno le dijo te quiero al otro.
A eso me refería...
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