Diario de un inconcluso

"...el cuervo espía mis deseos y les saca los ojos"



I
Me gusta verte cuando pasas
mi querida cascada nocturna.

Me gusta ver la armonía de tu andar
ajustándose lento a mis deseos insanos
seres perversos que no pueden ser saciados.

Impotente detrás del cristal de mi ventana
miro a través de las cortinas mi calamidad.
La gracia del mundo camina por la acera.
Y tú que no sabes nada acerca de mí.

Me gusta verte cuando pasas
travesura genial de la naturaleza.


II
¡Hey, tú! Niña de cabellos dorados y ojos tristes.
Tu cara deja ver la melancolía y la belleza de la vida.

Yo que soy un adorador de lo malsano y pecaminoso
un poeta que a veces se ahoga en la ternura
percibo en tu cuerpo el atisbo del pecado inminente.

Yo que no entiendo de rosas sino de espinas
distingo en tu alma la dulzura leve, y el recato en agonía.

Llevas como noble Ofelia una corona de angustias
y el peso del juicio superficial de los que te agobian.
Las miradas te acusan y el miedo, cruel insensato, te juzga
y las palabras que duelen más que látigos te pesan.

Puedo ver en tus ropas la necesidad de amor
y por tu rostro pálido la insatisfacción de tu alma.

Vuelve tus pasos adonde te espero niña de ojos tristes y claros.

Yo que te conozco sé lo que en ti es cierto o falso.
Por eso insisto con palabras de verso, por que te pienso
porque no puedo dejar tu grito permanente sin descanso.


III
A la luz de la noche sobre tu lecho ardiente
impregnado todo de la inquietud del deseo
sueñas con caricias de fuego propias de tu joven ardor.

Tu mirada perdida por la tormenta que te agita
golpea incesante tu decencia y busca inútil
aquel cielo azul y claro de la ingenuidad de ayer.
Ahora reconoces en tu cuerpo que palpas voluptuoso
la inminente tempestad que te excede.

Movimientos sumisos y circulares te abundan.
Una melodía hecha de viento de otoño.
Las hojas caen sumisas del árbol de tus prejuicios
y se entregan alegres al placer que las arrastra.

Los arrebatos son cada vez más intensos
se corren y se pliegan en intimo exceso
se estrujan los sentidos en espasmos
que tu sensibilidad anhela ¡Oh dios! Eternos.

El clímax te golpea como un río desbordado
la frágil resistencia de tu sonrisa maliciosa
ante la complicidad del apretón de los dedos
sobre tus botones rosas a punto de flor.

Son tus manos un felino sobre su presa
con intensidad se aferran y no la sueltan
mientras la vida y la muerte erupcionan
en las entrañas de tu belleza.
Un volcán grita la satisfacción en tus piernas
el estruendo en tus muslos se derrama
desafiando al termómetro, y al cielo.

Dicha silenciosa tras fragor de la batalla
descanso merecido posterior al delirio.
La mente en blanco, sin certidumbre
y el corazón a punto de taquicardia.

La piel húmeda por el deleite altísimo
se refresca entre las sábanas blancas
ahora tu sonrisa descansa satisfecha
agradece la noche que entra por la ventana
la que llevó mis ojos hasta tu cama
como la luz de luna a la imaginación.


IV
Cierra tus ojos.
Te beso…

Te vuelvo a tener
así, como imaginas

¡No los abras!
¿Qué no ves que me voy cuando lo haces?
Ciérralos
Respira
Ahora siente mi respiración
lenta y tibia
recorriendo la piel.

Hasta tu oído llega mi cercanía.
Un murmullar de versos
hechos con palabras que amas oír.

Música que te lleva a mis manos
con suaves notas desconocidas
que producen un placer conocido.

La unión armoniosa de nuestras ganas.


V
Quiero navegar en tus aguas
tormenta enfurecida por la ausencia
convertirlas en un manantial inagotable.
Llenos de inquietud algunas veces.
Bebernos hasta saciar nuestra sed.
Acción bautismal. Renacer.
Sin miedos, nuevos
y sin complejos.
Sentirte aquí
tú en mí
yo adentro
siempre.


"Don't you love her madly?"