Algo que debe de ser mi conciencia siempre me anda diciendo: “Hay que leer a Cortázar”. Y entonces lo intento nuevamente, me derrota un cuento de una sola frase o una mazamorra intrascendente, y lo dejo.
Y no es que no me guste Cortázar —al contrario, muchos de sus cuentos están entre mis favoritos—, sino que a veces es tan, como decirlo, ¡es tan Cortázar! Personalmente, pienso que muchos de sus cuentos serían mejores (bueno, me gustarían más) si los contara menos cortazarianamente. El estilo también puede ser una camisa de hierro.
Así que esta vez, cuando mi conciencia volvió con la cantaleta, decidí apostar a lo seguro y saqué del fólder uno que ya había leído y que me gusta mucho: Casa tomada. Estaba disfrutándolo con calma, cuando casi al terminar me asaltó una pregunta: ¿Hay incesto? (Los más escépticos pueden darse una vueltita por Trujillo y les mostrare la anotación correspondiente, hecha, cómo no, con mi lapicero rojo). Más tarde, luego del desayuno, busqué en Google y me di con la sorpresa de que hay toda una discusión sobre el tema del incesto en dicho cuento. Me sentí mucho como el buen José Arcadio Buendía, descubriendo que la Tierra era redonda.
Lo que ahora transcribo es el resultado preliminar de mi lectura de Casa tomada, basada en la información que pude reunir de la Internet y mi personal interpretación del texto. Por supuesto, tiene mucho de especulación, pero así también procedieron Colón y J.A. Buendía, y puede que yo también descubra algo. Es decir, aparte de lo que ya descubrí: que leo muy superficialmente.
Demoliendo la casa
Se cuenta de un lobo (y no es un cuento de Cortázar) que sopló y sopló la casa (propia, que no tomada) de un cerdito, y la echó abajo. Más tarde, ese mismo lobo sopló y sopló otra casa, y no la pudo derribar: el cerdito-propietario había sacado el diploma de Ingeniero Civil, y había puesto buenos cimientos. La moraleja de este cuento es que si una casa (tomada o no) no tiene buenos cimientos, el menor soplo la derriba.
Un cuento es (entre tantas otras cosas con las que se lo ha comparado) como una casa: los cimientos que sostienen el cuento no son visibles; pero sin ellos, el cuento se cae. Y poner cimientos a significa no sólo un pleno conocimiento del tema, sino planificación: esto es, que para construir una casa o cuento, primero hay que hacer planos. Como se puede ver, la comparación ha sido afortunada. Entonces, a esta planificación la vamos a llamar “Diseñar” el cuento.
Sindudamente hay maestros de obra y escritores que se avientan a construir una casa sin haber preparado los planos; pero siempre a veces corren el riesgo de que pase un crítico o lector concienzudo disfrazado con piel de lobo, y les tumbe la casa. Ya están advertidos.
Y puesto que Cortázar ha construido una casa, sin importarme que se la hayan tomado (una catedrática en una universidad norteamericana, sugiere que han sido “okupas”), voy a ponerme la piel de lobo para soplar a ver qué hay debajo.
La revelación del inconsciente
En el cuento, el diseño es importante. Si bien la idea central o argumento parte de una noción difusa, bastante incompleta, pero poderosa, de que hay una historia para contar; el diseño permite plantear las premisas sobre las cuales el desenlace del cuento resultará su conclusión irrefutable. Sobre ese armazón lógico, el artista —porque el escritor lo es— trama el cuento; trama con su único e insustituible material, la palabra (esta es la parte artesanal del oficio).
Por eso, el primer borrador de un cuento no es más que eso: un borrador. No importa si tenemos una idea casi “definitiva” del cuento y podemos escribirlo en un par de horas; el transcurso revelador del tiempo nos permitirá identificar qué cosas ocultas hay debajo de esa trama, y una vez identificadas, podremos incorporarlas al diseño para reconstruir la trama a partir de ellas, con pleno conocimiento y control, de la manera sugerida por Hemingway en su Teoría del iceberg. (Poe y Lovecraft sugieren métodos de composición similares.) La precipitación es una mala aliada.
Sin embargo, debemos aceptar que hay fuerzas inconscientes que actúan sobre el escritor y que le imponen un texto (el cuento, en este caso) que ya lleva en sí su forma casi perfecta, siendo en este caso el escritor, más que un creador, un médium, un instrumento que transmite el mensaje de esas fuerzas interiores, mensaje que él mismo pocas veces puede descifrar. Pero aun siendo así, el escritor debe indagar, intentar descubrir el orden y los secretos motivos de sus personajes para no quedar en papel de mero testaferro de su inconsciente. De lo contrario, en lugar de un libro de cuentos que comuniquen a los lectores su visión del mundo, lo que tendríamos sería la historia clínica del escritor, válida solo para sicólogos.
Me planteo entonces en el caso de Casa tomada, la siguiente primera hipótesis: ¿Es este cuento el resultado de un diseño, o una manifestación casi pura del inconsciente de Cortázar? Es decir, los temas subyacentes, ocultos por debajo de la línea de flotación del cuento (para ponerlo en términos hemingwayanos), como la incoherencia en el discurso del narrador, la inversión de la casa, la culpa que parece venir del incesto o el abuso infantil: ¿los puso ahí Cortázar, los planificó; o son espectros que se posesionan de él, que terriblemente se manifiestan independientemente de su voluntad?
Procederé por inducción: si alguno de los temas mencionados ha sido producto de un diseño, entonces sería razonable suponer que los demás también, y por ende, el cuento completo. Para ello, utilizaré el tema más evidente y más documentado: el tema del incesto.
Los sueños, cuentos son
En primer lugar, el origen del cuento fue un sueño de Cortázar:
Casa tomada fue una pesadilla. Yo soñé Casa tomada. La única diferencia entre lo soñado y el cuento es que en la pesadilla yo estaba solo. Yo estaba en una casa que es exactamente la casa que se describe en el cuento, se veía con muchos detalles, y en un momento dado escuché los ruidos por el lado de la cocina y cerré la puerta y retrocedí. Es decir, asumí la misma actitud de los hermanos. Hasta un momento totalmente insoportable en que —como pasa en algunas pesadillas, las peores son las que no tienen explicaciones, son simplemente el horror en estado puro— en ese sonido estaba el espanto total. Yo me defendía como podía, cerrando las puertas y yendo hacia atrás. Hasta que me desperté de puro espanto.
Y también:
Es uno de mis cuentos más oníricos. Yo soñé no exactamente el cuento sino la situación del cuento. Allí no había nada incestuoso. Yo estaba solo en una casa muy extraña con pasillos y codos y todo era muy normal, ya no me acuerdo de lo que estaba haciendo en mi sueño. En un momento dado desde el fondo de uno de los codos se oía un ruido muy claramente y eso era ya la sensación de pesadilla. Había algo allí que me producía un terror como sólo en las pesadillas. Entonces yo me precipitaba a cerrar la puerta y a poner todos los cerrojos para dejar la amenaza de otro lado. Y entonces durante un minuto me sentí tranquillo y parecía que la pesadilla volvía a convertirse en un sueño pacífico. Pero entonces de este lado de la puerta empezó de nuevo la sensación de miedo. Me desperté con la sensación de angustia de la pesadilla. Ahora, despertarme equivalía a ser definitivamente expulsado del sueño mismo.
Como puede verse, Cortázar niega explícitamente que en su sueño haya habido algo incestuoso, de lo que debería concluir que las referencias en el cuento son evidencia de un diseño. Pero, estas evidencias de incesto, ¿realmente las puso allí Cortázar?
La vuelta al cuento en 80 minutos
Según se desprende de sus declaraciones, Cortázar escribió el cuento rápidamente, lo que va en contra de un diseño o una planificación:
[P]uedo dar un detalle anecdótico, me acuerdo muy bien de eso porque quedó una especie de gestalt completa del asunto. Era pleno verano, yo me desperté totalmente empapado por la pesadilla; era ya de mañana, me levanté (tenía la máquina de escribir en el dormitorio) y esa misma mañana escribí el cuento, de un tirón.
Y también:
Entonces me acuerdo muy bien que tal como estaba en pijama y sin lavarme los dientes ni peinarme, me fui a la máquina y en una hora —es muy corto el cuento—, una hora y media estuvo escrito. Por razones técnicas nacieron los dos hermanos y se organizó todo el contenido del cuento.
Desde luego, el que haya escrito el cuento de un tirón no impide que lo haya revisado luego, aunque nada indica eso, sino que más bien Cortázar presenta la rapidez con que lo escribió como una virtud del cuento. Al menos así lo entiendo yo: escrito es escrito, terminado, oleado y sacramentado, sin que le falte una coma ni un punto a ninguna i, listo para llevarlo a don Borges a que lo imprima. Porque yo también he escrito muchos cuentos en una mañana, de un tirón (perdón por la rima sacrílega), pero me está tomando más de un año revisarlos; por lo que si alguien me preguntara, digo, es un decir, si me preguntaran que en cuanto tiempo escribí tal o cual cuentito, veramente diría que en más de un año. ¿Di?
Entonces, con tanta prisa como lo escribió, no creo que haya tenido muy claras todas las referencias al incesto que se desprenden del cuento. Y cuando digo todas, digo bastantes. Tantas que ni el mismo Julito, que ni siquiera estaba seguro si había incesto o no, pudo haberlas tramado tan rápidamente.
Cortázar, Príncipe de Dinamarca
Sobre esa pesadilla, Cortázar (casi) afirma que construyó un diseño del cuento que incluía el incesto:
El cuento empieza hablando de la casa (…) porque la tenía delante de los ojos. Empieza con esa frase: “Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia”.
Pero de golpe ahí entró el escritor en juego. Me di cuenta de que eso no lo podía contar como un solo personaje, que había que vestir un poco el cuento con una situación ambigua, con una situación incestuosa, esos hermanos de los que se dice que viven como un “simple y silencioso matrimonio de hermanos”, ese tipo de cosas.
Entonces, sí hay incesto, y Cortázar lo escribió así. Sin embargo, anteriormente, Cortázar había negado el tema del incesto:
—Sí, y otro ejemplo [del tema del incesto] sería Casa tomada donde está bastante explícitamente dicho. Se trata de dos hermanos pero en alguna parte se dice “ese simple matrimonio de hermanos”, imagen que tiene bastante que ver con la relación que viven.
(…)
Los dos se han encerrado en la casa y viven dos vidas de solterones. No es un incesto consumado ni mucho menos pero existe una relación ambigua entre los dos hermanos; eso es evidente.
En el curso de la escritura salió esa noción de “matrimonio de hermanos” que me sorprendió al releerla pero que dejé porque me pareció perfectamente lógica dentro de la estructura del cuento.
La recurrencia del tema del incesto —otro arquetipo, digamos—, se nota sobre todo en la primera serie de mis cuentos. Otra vez aquí he sido totalmente inconsciente de lo que escribía. Después, cuando alguien hizo la reseña, la comparación de una serie de cuentos, vi aparecer la noción de lo incestuoso de manera más o menos explícita.
O sea, es algo que aparece inconscientemente, pero de manera explicita. En otras palabras, el tema del incesto aparece, pero Cortázar no lo escribió conscientemente.
Pero:
Para mí [el cuento] no tiene absolutamente ningún contexto de ninguna naturaleza salvo la pesadilla. Eso no impide que mi pesadilla es (sic) la que hay que analizar.
¡Plop! “Incesto o no incesto, ésa es la pregunta”, parece decirnos Hamlet Cortázar. Y ni siquiera él tenía la respuesta.
Por lo demás, tampoco los críticos están de acuerdo: unos lo niegan, otros lo afirman, y otros no quieren comprometerse (to be or not to be, dicen, en onda hamletiana). Sin embargo, espero demostrar que el incesto se manifiesta poderosamente, y al parecer, sin que Cortázar haya tenido que ver mucho con ello.
Conclusión
Mi conclusión es que no ha habido diseño. El tema del incesto está presente en el cuento, pero es un elemento que proviene del inconsciente, y no corresponde a un diseño. Si Cortázar afirma que agregó lo del incesto para darle ambigüedad al cuento, se debe para mí a que alguien se lo hizo notar, y luego él quiso quedar bien. Sin embargo, el incesto es una fuerza tan poderosa, que impone en el cuento, de forma absolutamente aterradora, un orden completamente lógico; es decir, se manifiesta a pesar de Cortázar. O tal vez, precisamente porque el consciente de Cortázar no se entromete en el cuento. Vale, por más que uno lo sople, el cuento no se cae: pero se tambalea.
Yo creo que de haber estado consciente del tema del incesto, Cortázar hubiera escrito mejor el cuento; no lo diseñó, y la precipitación le impidió controlar a sus personajes. Pero aun así, le salio una genialidad, de la misma forma en que al Chavo del ocho le salían los golpes al señor Barriga: sin querer queriendo.
Valga para apoyar lo que afirmo (la precipitación), la última frase del cuento:
No fuese que algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.
Si como dice Cortázar, en el cuento no sobran palabras, aquí me parece que sobra una: “casa” se repite en un corto espacio, cuando hay otras posibles soluciones (Y a propósito, ¿no falta también allí la preposición “a”?):
No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera, a esa hora y con la casa tomada.
No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera meterse a robar, a esa hora y con la casa tomada.
De la forma en que abundan las “casas” en la frase cortazariana, serán más bien cuartos con baño independiente, de los que se alquila en Perú para estudiantes universitarios (presentando carnet) o señoritas (no tengo ni idea).
Como dato anecdótico, debo mencionar que éste fue el primer cuento que le publicaron a Cortázar: llevó el manuscrito a Jorge Luis Borges, quien lo publicó en la revista que dirigía, Los Anales de Buenos Aires, con ilustraciones de su hermana Norah, en 1946.
Referencias:
—González Bermejo, Ernesto, Conversaciones con Cortázar (Fragmentos)
En Ciudad Seva (www.cuidadseva.com)
—Picon Garfield, E., Cortázar por Cortázar
Tomado del artículo: Incesto y espacialización del psiquismo en Casa tomada de Julio Cortázar
© 1998 Valentín Pérez Venzalá - Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
—Prego Gadea, Omar, Los cuentos: un juego mágico
En Ciudad Seva (www.cuidadseva.com)
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