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La luna ascendía sobre las montañas, su pálida y tenue luz mostraba una infinidad de brillos imperceptibles hasta entonces. Él podía oler claramente aún el olor que ella desprendía, a hierbas aromáticas y curativas; mientras contemplaba el rostro de su amante, una doncella de largos cabellos negros como la misma noche y ojos avellana que se encontraban cerrados acunados por el dios Morfeo. Su pecho se elevaba y descendía al compás de su respiración, aveces dejaba escapar un ligero suspiro o un leve gemido, apenas imperceptibles. Sus labios, rojos y carnosos aun se encontraban hinchados por la pasión, su escote, lleno de marcas fruto de la pasión igualmente.

Él encontraba a esa muchacha la amante perfecta. Pero también la amaba, y no debería de ocurrir, si se sabía de sus encuentros se armaría un gran revuelo. Él, el heredero del ducado, hijo de un noble, amando a una campesina. Algo insólito en su clase, más que insólito, algo oculto, había miles de casos, pero rápidamente habían sido tapados con grandes artimañas.
Un leve crujido de las ramas de un árbol cercano a la cabaña le hizo volver a la realidad. Se asustó, agudizó sus sentidos, pero no, no era nada de lo que preocuparse…
El viento seguramente habría movido la rama, volvió a concentrarse en su amada y en las curvas perfectas de su desnudo cuerpo. A pesar de sentirse exhausto después de haberse entregado a ella durante toda la tarde, volvía a invadió la pasión. Su amada se movió y murmuro algo en sueños, y profirió un leve gemido al cambiar de posición.

Y abrió los ojos, y le sonrió tiernamente, abrió sus brazos y se entrego de nuevo a él. Una vez terminaron de amarse, cuando sus cuerpos aun seguían entrelazados y el durmio ella supo que el fin se aproximaba.
Intuía que la dejaría, siempre ocurría, el noble marchaba al pueblo, seducía una dama y la hacía suya, a medida que el tiempo pasaba se alejaba, hasta que un día se comprometía con una noble para heredar el título.
Ella bien lo sabía solo era un juego, un juego efímero a pesar de todo.
Se aproximaba el amanecer, debía marchar, lentamente se vistió, la ancha falda y la camisa, el corpiño aprisionando su estómago y marcando su cintura. Y comenzó a caminar, esperando llegar antes del alba a su hogar, y que sus idilios nocturnos no fuesen ni tan siquiera probables.

Pero alguien les había descubierto. La muchacha que menos debería haber estado allí. Una muchacha rencorosa y celosa, cuyo corazón se encontraba corrompido por la malicia. Rapidamente marcho a ver al noble, al señor del ducado, expuso lo que sabía, y mintió. Movida por sus malos sentimientos, hizo creer que la curandera era una bruja, que había enamorado por medio de sus malas artes al apuesto joven para quedarse con la fortuna y el título. El principe fue sometido a un interrogatorio, sabía cual sería el castigo para la doncella y hablo en su defensa. Ella de todas formas fue apresada en las mazmorras y azotada.
A pesar de los numerosos esfuerzos por liberar a su amada nada sirvió, y tomando el testimonio lleno de injurias, acusaron a la muchacha de brujería.

A medida que se acercaba el día de su muerte en la hoguera, ella parecía no inmutarse. Cuando en la pira le preguntaron su ultimo deseó, únicamente pudo responder: “ decidle que le amo”.
Y prendieron fuego, mientras su amado moria por dentro de dolor obligado a ver aquella escena sin dejar ver sus emociones, atento al ver como el cuerpo de su amaba era rodeado de llamas. Viendo como se retorcía y gritaba de dolor, y el olor de su vestido blanco quemandose, y sus cabellos le llego. Y aún pudo contemplar como nop derramaba ni una lagrima, como ese valor seguia aún presente en esa situación. Y ella en un momento antes de perder el conocimiento intoxicada por el humo, o derrumbarse, miro al ser al que tanto amaba. Y dejo caer una lagrima, y esta brilló plateada, y roja, y con una gama de colores reflejados por el intenso fuego de su alrededor.

Había sido amada por el ser que permanecía en sus sueños. Lo ultimo que vio fue el rostro del señor de su corazón. Su corazón decidío dejar de luchar, muriendo con la felicidad de saber que ella estuvo entre sus brazos, que habían retozado, que habían compartido el mismo manjar, el mismo placer.
Que habían sido uno.

Texto agregado el 06-12-2005, y leído por 114 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
16-06-2007 cuando el amor es verdadero ya no es cuestion de 2 viene a ser 1 solo ser ... exelente aporte PabloKoRn
 
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