Sus ojos miraban el vacío, estaban hinchados y rojos, aun quedaban lagrimas. Lagrimas silenciosas no escuchadas a pesar de su insistencia para llamar la atención, era cautiva de un dolor mayor, y ante este dolor nada era efectivo…
Probaba de sonreír cada vez que la gente de su alrededor la miraba, todos sonreían a pesar de ver que algo no encajaba, pero como siempre, se conformaban y giraban el rostro. Unicamente él miró y pregunto que le ocurría, ella sorprendida volvió a llorar con más ganas, deseaba decírselo pero no podía hacerlo. No podía soportar la idea del rechazo por su parte. Quería gritar que le amaba, que suspiraba por él, que le odiaba por no dignarse a mirarla. Y justamente él, la miró a sus ojos celestes y le pregunto en tono tranquilizador:
- ¿Qué te ocurre mi niña? ¿qué le pasa a la flor más bella de este jardín que por dentro se marchita?
- - No me ocurre nada, únicamente deseo llorar, dejar que las lagrimas fluyan solas, que calmen este dolor y lo confinen al olvido…
- No lo creo, es algo más profundo… confía en mi, dímelo.
- No es nada, de verdad…
Y él marchó, sin llegar a comprender todo lo que ella sentía. Y se alejó, olvidando a esa muchacha de ojos celestes que reflejaban un dolor mayor del que mostraban. El tiempo y la lejanía confinaron a la oscuridad de su memoria a la muchacha, a sus lagrimas y a su sonrisa triste. A pesar de todo, algunas mañana despertaba con una sensación extraña, la sensación de haber olvidado algo muy importante. Algo que dejo sin hacer… algo que olvido y no debería, como cuando un cura se olvida de perdonar a quien se confiesa sus pecados, una falta que debería enmendar. Pero jamas lo conseguía recordar.
Un día desperto y rcordo unos ojos celestes, llenos de felicidad, radiantes, y cálidos. Y por más que se esforzó no recordo de donde eran, ni de quien…
Una tarde, volviendo a ver a un antiguo amigo, volvio a ver esos ojos que tanto le intrigaban, pero eran tristes, a pesar de no llorar, las lagrimas ya no caían… ya no quedaban sencillamente.
Y recordo a esa linda chica, y cuando ella le vio, sus ojos reflejaron sentimientos contradictorios, a pesar de esbozar una sonrisa, sus ojos mostraban dolor, pero también felicidad.
Quedo maravillado ante su hermosura, se preguntaba por que no la intento conquistar, y recordo que sabía que la podía haber tenido. Y al acercarse, al insinuarse, ella sufrió, a pesar de sentir lo mismo, no deseaba que sus labios rozaran los de él. Mentira, si que lo deseaba, pero temía volverse a enamorar cuando creía que ya no volvería a verle. Había conseguido dejar atrás muchos recuerdos, y ahora sus pautas se deshacían con la misma facilidad que se deshace la nieve ante el sol.
Y cayó, y dejó que la conquistara, y ella lo deseaba, y lo permitió.
Cuando el se marchó de nuevo, y se despidió como si esos besos y esas caricias no hubiesen existido ella creyó que ya había realizado su mayor aspiración. Aunque fuera una mentira, aunque ya no existieran nada más que las cenizas de esa pasión, ella sonrió, y decidió dejar el dolor a un lado.
Ya había sio amada por él, ese hombre que la había conquistado tiempo atrás, ese hombre que paraba su respiración y su corazón, ese hombre por el qu tanto lloro, creyó poder volver a ser feliz.
Peró a medida que el tiempo pasaba, le añoraba más, mientras, él la recordaba, como esa muchacha que había seducido, que había caído bajo sus redes, y que si volvía a ver, volvería a caer.
El dolor y la necesidad de abrazarle, de volver a ser amada por el, y la indiferencia que este mostraba le dolían…
Cuando el volvió y fue en su encuentró, descubrió la cruda realidad. La muchacha se había suicidado, y por lo que le dijerón, a los pies de su cadáver había una nota y con su sangre en el suelo ponía: TE HE AMADO. En la nota, apenas legible por las lagrimas que habían dañado lo escrito, se podía entender a duras penas: mi respuesta debería haber sido la verdad, lloro por que te amo y no tengo valor para decirlo.
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