Era una fría noche de Agosto, cada vez estaba más cerca el día de tu cumpleaños y yo no podía dejar de inventar una y mil formas de hacer que sobretodo éste, fuera para ti inolvidable. Al parecer no tenías intención de hacer nada especial, para ti sería un día como los demás, - “lo único diferente será que voy a recibir más llamadas que de costumbre, todas ellas deseándome un feliz día” - recuerdo que me dijiste con un ligero tono de resignación.
Todo afuera estaba muy callado; el viento movía suavemente las copas de los árboles, a lo lejos algún perro ladraba. Todos en casa dormían ya apaciblemente, sin embargo, yo seguía dando vueltas en mi cama, pensando.
El cielo estaba totalmente despejado y muy pocas estrellas le adornaban, así que la luna en cuarto creciente era la única que iluminaba todo cuanto se alcanzaba a ver. Me tire en el piso de mi habitación con la única intención de contemplarla y después de unos minutos se me ocurrió que tal vez ese sería el mejor de los regalos que alguna persona podría entregarte, después de todo hacía poco te había contado mi “extraño” interés por ella.
Sin pensarlo un solo minuto más, me vestí y tomé el equipo necesario para semejante empresa: Tomé tu foto, esa que un día me regalaste creyendo que para mi no era nada importante; empaqué algunas sogas imaginarias, llevé muchas por precaución; además de eso no supe qué más llevar así que sólo salí a la calle en busca de mi objetivo.
Emprendí solitario mi camino y después de unos minutos – que parecieron horas – llegué a la cima de aquella colina en la que te vi por primera vez, después de todo había elegido ese lugar para entregarte tan significativo regalo, además estaba también la ventaja de no tener que cargarla por toda la ciudad causando curiosidad a todas las personas que se cruzaran conmigo.
Pacientemente extendí y até con fuerza cada una de las sogas que llevaba, las junté con un solo nudo y me dispuse a halarlas con fuerza hasta que obtuviera lo que buscaba. Hice una pequeña pausa para recobrar los ánimos; la parte fácil estaba hecha, ahora lo difícil sería ponerla a mi alcance y por supuesto al tuyo.
Por fin comencé a halar de las sogas, al principio no fue tan difícil, pero al parecer a medida que se iba acercando se hacía más pesada y mucho más difícil de controlar, sin embargo, después de varias horas de arduo trabajo la Luna estuvo tan cerca de mi mano que no pude contener las ganas de tocarla. Até los hilos a un viejo Roble que se erige, (desde mucho antes que naciéramos), en la cima de aquella colina.
A medida que me acercaba a ella mi corazón latía mucho más rápido, no sabía que era más emocionante, tenerla tan cerca o poder regalártela.
Me acerqué cuidadosamente al borde del acantilado, la Luna no estaba tan cerca cómo pensaba así que tuve que empinarme un poco para alcanzarla…
Cuando estuve a punto de tocarla algo me distrajo y perdí el equilibrio, intenté aferrarme a algo, pero desafortunadamente no encontré absolutamente nada que pudiera soportar mi peso…caí durante unos diez segundos, ojalá hubiesen sido horas o días; mientras lo hacía sentí una lágrima que corría rápidamente desde mis ojos hasta mis labios. No quería morir, quería tenerte cerca y abrazarte, quería…
Quería que me explicaras qué hacías con él en este lugar tan importante para los dos; ¿acaso no dijiste una y otra vez que no te interesaba y que nunca estarías con alguien cómo él?...lo esperaba de cualquier persona menos de ti.
Ahora ya no importa, sólo quiero que sepas que antes de morir ya estaba muerto; tú mataste mi corazón y mis ilusiones…
¡¡Se acabó!!...
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